Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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miércoles, 21 de julio de 2010

Amante de ensueño * capítulo 10/2

Esta novela no me pertenece, es de Sherrilyn Kenyon. Yo solo la publico para que disfruteis tanto como yo. Los capítulos, estan divididos en varias partes, para que sea mas fácil su lectura. Esta novela es de Rated M, contenido para adultos, y lemmon.
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Julián asintió.

— Sí.

— ¿Le importa si le echo un vistazo?

Julián se lo quitó y se lo ofreció. El doctor Lewis contuvo el aliento.

— ¿Macedonio? Creo que del siglo II AC.

— Exacto.

— Es una reproducción increíble —comentó Ben, mientras se lo devolvía.

Julián se lo puso de nuevo.

— No es una reproducción.

— ¡No puede ser! —jadeó Ben, incrédulo—. No puede ser original, es excesivamente antiguo.

— Lo tenía un coleccionista privado —apuntó Selena. Ben no dejaba de mirarla para, al momento, volver a centrar su atención en Julián.

— ¿Cómo lo consiguió? —le preguntó.

Julián tardó en contestar mientras recordaba el día en que se lo dieron. Kyrian de Tracia y él habían sido ascendidos a la vez, después de salvar, prácticamente los dos solos, la ciudad de
Temópolis de las garras de los romanos.

Había sido una batalla larga, sangrienta y brutal. Su ejército se había desperdigado, dejándolos solos a Kyrian y a él para defender la ciudad. Julián había esperado que Kyrian lo abandonara también, pero el idiota le había sonreído, sosteniendo una espada en cada mano, y le había dicho:
«Es un hermoso día para morir. ¿Qué te parece si matamos unos cuantos bastardos romanos antes de pagar a Caronte?»

Kyrian de Tracia, un lunático total y absoluto, siempre había tenido más agallas que cerebro.

Cuando todo hubo acabado, bebieron hasta acabar debajo de las mesas. Y a la mañana siguiente, los despertaron con la noticia del ascenso.

¡Por los dioses! De todas las personas que había conocido en Macedonia, Kyrian era a quién más echaba de menos. Era el único que siempre le guardó las espaldas y lo defendió.

— Fue un regalo —contestó Julián a Ben.

Él echó un vistazo a la mano de Julián, con los ojos cargados de codicia.

— ¿Consideraría usted la posibilidad de venderlo? Yo estaría a dispuesto a pagar lo que pidiese.

— Nunca —contestó Julián, recordando las heridas que había recibido durante la batalla de
Temópolis—. No sabe por lo que pasé para conseguirlo.

Ben meneó la cabeza.

— Ojalá alguien me hiciese alguna vez un regalo como ése. ¿Tiene la más ligera idea de lo que le darían por él?

— La última vez que lo comprobé, me ofrecieron mi peso en oro.

Ben soltó una carcajada y dio una palmada sobre la mesa de Selena.

— Muy bueno. Ése era el precio para liberar a un general capturado, ¿verdad?

— Para aquellos cobardes que no eran capaces de morir luchando, sí.

Los ojos de Ben mostraron un nuevo respeto al observar a Julián.

— ¿Sabe a quién perteneció?

Selena contestó.

— A Julián de Macedonia. ¿Has oído hablar de él en alguna ocasión, Ben?

Él se quedó con la boca abierta y los ojos como platos.

— ¿Estás hablando en serio? ¿Es que no sabes quién fue?

Selena puso una expresión extraña. Asumiendo que no lo sabía, Ben continuó hablando.

— Tesio dijo de él que iba a ser el nuevo Alejandro Magno. Julián era hijo de Diocles de Esparta, también conocido como Diocles el Carnicero. Ese hombre haría que el Marqués de Sade pareciese
Ronald McDonald. Según los rumores, Julián nació de una relación entre Afrodita y el general, después de que Diocles salvara uno de los templos de la diosa de ser profanado. La opinión más extendida hoy en día es que su madre fue una de las sacerdotisas del templo.

— ¿De verdad? —preguntó Grace.

Julián puso los ojos en blanco.

— A nadie le interesa quién pudo ser el tal Julián. Ese tipo murió hace siglos.

Ben lo ignoró y siguió alardeando de sus conocimientos.

— Los romanos lo conocían como Augusto Julio Punitor… —miró a Grace y añadió para que ella lo entendiera: — Julián, el Ejecutor. Él y Kyrian de Tracia dejaron un rastro sangriento a lo largo de todo el Mediterráneo, durante la cuarta guerra macedonia contra Roma. Julián despreciaba a los romanos, y juró que vería la ciudad arrasada bajo su ejército. Él y Kyrian estuvieron a punto de conseguir que Roma se arrodillara ante ellos.

La mandíbula de Julián se relajó un poco.

— ¿Sabe qué le ocurrió a Kyrian de Tracia?

Ben dejó escapar un silbido.

— No tuvo un final agradable. Fue capturado; los romanos lo crucificaron en el año 47 a.C.

Julián retrocedió al escucharlo. Con una mirada apesadumbrada y jugueteando con el anillo, dijo:

— Ese hombre era, sin duda, uno de los mejores guerreros que jamás han existido. Amaba la lucha como ningún otro que haya conocido —movió la cabeza—. Recuerdo que una vez Kyrian condujo su carro hasta atravesar una barrera de escudos, rompiendo los cuellos de los soldados romanos y permitiendo que sus hombres los derrotaran con tan sólo un puñado de bajas —frunció el ceño—. No puedo creer que lo capturaran.

Ben encogió los hombros con un gesto indiferente.

— Bueno, una vez desaparecido Julián, Kyrian era el único general macedonio digno de dirigir un ejército; por eso los romanos fueron tras él con todo lo que tenían.

— ¿Qué le sucedió a Julián? —preguntó Grace, intrigada por lo que los historiadores opinaban del tema.

Julián la miró furioso.

— Nadie lo sabe —le respondió Ben—. Es uno de los grandes misterios del mundo antiguo. Aquí
tenemos a un general al que nadie puede derrotar en el campo de batalla y, de repente ¡puf!
Desaparece sin dejar rastro —tamborileó con un dedo sobre la mesa de Selena—. La última vez que se le vio fue en la batalla de Conjara. En un brillante movimiento táctico, engañó a Livio, que perdió su, hasta entonces, inexpugnable posición. Fue una de las mayores derrotas en la historia del Imperio Romano.

— ¿Y a quién le importa? —se quejó Julián.

Ben ignoró la interrupción.

— Tras la batalla, se supone que Julián mandó decir a Escipión el Joven que le perseguiría, en venganza por la derrota que acababa de infligirle al ejército macedonio. Aterrorizado, Escipión abandonó su carrera militar en Macedonia y se marchó como voluntario a la Península Ibérica, para seguir luchando allí —el profesor agitó la cabeza—. Pero antes de que Julián pudiese llevar a cabo la amenaza, se desvaneció. Encontraron a toda su familia asesinada en su propio hogar. Y ahí es donde la cosa se pone interesante —miró entonces a Selena. Los escritos macedonios que han llegado hasta nuestros días, afirman que Livio lo hirió de muerte durante la batalla, y que en mitad de un increíble dolor, regresó cabalgando a casa para asesinar a su familia y evitar, de este modo, que su enemigo los tomara como esclavos. Los textos romanos aseguran que Escipión envió a varios de sus soldados, que atacaron a Julián en mitad de la noche. Supuestamente, lo mataron junto al resto de su familia, lo descuartizaron y ocultaron los pedazos de su cuerpo.

Julián resopló ante la idea.

— Escipión era un cobarde y un fanfarrón. Jamás se habría atrevido a atacarm…

— ¡Bueno! —exclamó Grace, interrumpiendo a Julián antes de que se delatase—. Hace un tiempo
espléndido, ¿verdad?

— Escipión no era ningún cobarde —le respondió Ben—. Nadie puede discutir sus éxitos en la Península Ibérica.

Grace vio como el odio se reflejaba en los ojos de Julián.

Pero Ben no pareció notarlo.

— Joven, el valor de ese anillo que lleva es incalculable. Me encantaría saber cómo puede conseguirse algo así. Y a ese respecto, mataría por saber qué le ocurrió a su dueño original.

Grace miró incómoda a Selena.

Julián hizo una mueca sarcástica a Ben.

— Julián de Macedonia desató la ira de los dioses y fue castigado por su arrogancia.

— Supongo que esa podría ser otra explicación —en ese momento, sonó la alarma de su reloj—.
¡Joder! Tengo que recoger a mi esposa.

Se puso en pie y le ofreció la mano a Julián.

— No nos han presentado adecuadamente. Soy Ben Lewis.

— Julián —le contestó, aceptando el saludo.

El doctor Lewis se rió. Hasta que se dio cuenta que Julián no bromeaba.

— ¿En serio?

— Me pusieron el nombre de su general macedonio, se podría decir.

— Su padre debe haber sido como el mío. Dos amantes de todo lo griego.

— En realidad, en mi caso su lealtad iba para Esparta.

Ben se rió con más ganas. Echó una mirada rápida a Selena.

— ¿Por qué no lo traes a la próxima reunión del Sócrates? Me encantaría que los chicos lo conocieran. No es muy frecuente encontrar a alguien que conoce la historia griega tan profundamente como yo.

Dicho esto, volvió a dirigirse a Julián.

— Ha sido un placer. ¡Nos vemos! —le dijo a Selena.

— Bueno —comenzó a decir Selena una vez que Ben hubo desaparecido entre el gentío—, amigo mío, has logrado lo imposible. Acabas de dejar impresionado a uno de los investigadores de la
Antigua Grecia más importantes de este país.

Julián no pareció impresionarse demasiado, pero Grace sí lo hizo.

— Lanie, ¿crees que es posible que Julián pueda trabajar como profesor en la facultad una vez acabemos con la maldición? Estaba pensando que pod…

— No, Grace —la interrumpió él.

— ¿Que no qué? Vas a necesitar…

— No voy a quedarme aquí.

La mirada fría y vacía que tenía en aquel momento era la misma con la que la había mirado la noche en que lo convocaron. Y a Grace la partió en dos.

— ¿Qué quieres decir? —inquirió ella.

El desvió la mirada.

— Atenea me ha hecho una oferta para devolverme a casa. Una vez rompamos la maldición, me enviará de nuevo a Macedonia.

Grace se esforzó por seguir respirando.

— Entiendo —dijo, aunque se estaba muriendo por dentro—. Usarás mi cuerpo y después te irás.

—Y siguió con un nudo en la garganta: — Al menos no tendré que pedir a Selena que me lleve a casa después.

Julián retrocedió como si lo hubiese abofeteado.

— ¿Qué quieres de mí, Grace? ¿Por qué ibas a querer que me quedara aquí?

Ella no conocía la respuesta. Lo único que sabía era que no quería que se marchara. Quería que se quedara.

Pero no en contra de su voluntad.

—Te voy a decir algo —le dijo. Comenzaba a enfadarse ante la idea de que él desapareciera—; no quiero que te quedes. De hecho, se me está ocurriendo una cosa, ¿qué tal si te vas a casa de
Selena por unos días? —y entonces miró a su amiga—, ¿te importaría?

Selena abría y cerraba la boca como un pez luchando por respirar. Julián alargó un brazo hacia Grace.

— Grace…

— No me toques —le advirtió apartando su propio brazo—. Me das asco.

— ¡Grace! —exclamó Selena—. No puedo creer que tú…

— No importa —dijo Julián con voz fría y carente de emoción—. Al menos no me ha escupido a la cara con su último aliento.

Lo había herido. Grace podía verlo en sus ojos; pero ella también se sentía muy herida.
Terriblemente herida.

— Hasta luego —le dijo a Selena y se marchó, dejando allí a Julián.

Selena dejó escapar el aire lentamente mientras observaba a Julián, que contemplaba cómo
Grace se alejaba de ellos. Su cuerpo estaba totalmente rígido y tenía un tic en la mandíbula.

— Donde pone el ojo, pone la bala. Un golpe directo al corazón. Una herida en carne viva.

Julián la dejó clavada con una mirada francamente hostil.

— Dime, Oráculo. ¿Cuáles deberían haber sido mis palabras?

Selena barajó sus cartas.

— No lo sé —le contestó melancólicamente—. Imagino que no te habría ido tan mal si hubieses sido honesto.

Julián se frotó los ojos y se sentó en la silla, frente a Selena. No había tenido intención de herir a Grace.

Y jamás podría olvidar esa mirada, mientras le escupía las horribles palabras: «No me toques. Me das asco.»

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