Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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martes, 17 de agosto de 2010

Un amante de ensueño * CapítuLo 14

Esta novela no me pertenece, es de Sherrilyn Kenyon. Yo solo la publico para que disfruteis tanto como yo. Los capítulos, estan divididos en varias partes, para que sea mas fácil su lectura. Esta novela es de Rated M, contenido para adultos, y lemmon.

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Los días siguientes fueron los mejores de la vida de Grace. Una vez se acostumbró a la regla que Julián impuso, que prohibía los besos y las caricias íntimas e incitantes, desarrollaron una relación agradable que fue casi una sorpresa para ella.


Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Julián y Selena, y dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.

Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarla a final del mes la dejaba destrozada.

¿Cómo iba a soportarlo?

Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.

El sábado por la noche quedaron con Selena y Bill en Tip’s, en el Barrio Francés. Aunque con bastante más afluencia de turistas que el original Tippitinas’s, era la noche de Zydeco y ella quería que Julián escuchara la música que Nueva Orleáns había hecho famosa.

— ¡Eh! —Les dijo Selena mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local—. Empezaba a preguntarme si ibais a dejarnos colgados.

Grace se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la puerta del baño mientras se duchaba…

— Hola Julián, Grace —les saludó Bill.

Grace sonrió al ver la escayola del brazo de Bill que Selena había decorado con pintura fluorescente.

Julián inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que Grace se sentara y, después, hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos, y Selena comenzó a seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano.

— Vamos, Lane —dijo Bill, malhumorado—. Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese ruidito insoportable.

Con una ligera punzada de envidia, Grace observó cómo se alejaban.

— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Julián.

A ella le encantaba bailar, pero no quería que Julián pasara un mal rato. En su mente no había dudas de que él no sabía bailar música moderna. Pero, aún así, fue una invitación muy tierna por su parte.

— No, no pasa nada.

Pero él no la escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.

— Sí, claro que vas a bailar.

Tan pronto como llegaron a la pista de baile, Grace comprendió que aquel hombre bailaba tan bien como besaba.

Julián conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran elegantes sin perder el toque masculino y fascinante. Grace nunca había visto a nadie bailar así. Y por las envidiosas miradas femeninas que sentía clavadas en ella, podía imaginarse que todas aquellas mujeres tampoco habían presenciado antes nada semejante.

Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitada y estaba sin aliento.

— ¿Cómo…?

— Fue el regalo de Terpsícore —le contestó Julián mientras le pasaba el brazo por los hombros y la mantenía fuertemente pegada a su cuerpo.

— ¿De quién?

— De la musa de la danza.

Grace sonrió.

— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.

Al comenzar la siguiente canción, Julián miró fijamente a su izquierda y frunció el ceño.

— ¿Pasa algo? —preguntó ella, mientras seguía la dirección de su mirada.

Él meneó la cabeza y se frotó los ojos.

— Debo estar viendo visiones.

— ¿Qué has visto?

Julián volvió a mirar entre la multitud, buscando al hombre rubio y alto que acababa de ver por el rabillo del ojo. Aunque apenas había captado su imagen, juraría que se trataba de Kyrian de Tracia.

Con algo más de uno noventa de estatura, a Kyrian siempre le había resultado difícil perderse entre la multitud y, además, su modo de andar era bastante distintivo, ya que tenía un aura letal.

Pero pensar que Kyrian estuviese en esa época era algo imposible. Debía ser la locura que volvía a hacer mella en él; ahora comenzaba a ver visiones.

— Nada —contestó.

Apartó el tema de su mente y la miró con una sonrisa. La siguiente canción era lenta y la atrajo hacia sus brazos, manteniéndola muy cerca de su cuerpo, al tiempo que se movían suavemente al ritmo de la música. Grace le rodeó el cuello y apoyó la cabeza en su pecho; podía inhalar el cálido aroma a sándalo que desprendía Julián. No sabía cómo, pero aquel olor conseguía que perdiera la cabeza por completo y que la boca se le hiciera agua.

Con la mejilla apoyada sobre la cabeza de Grace, Julián comenzó a acariciarle el pelo mientras ella escuchaba los latidos de su corazón. Grace podría quedarse así para siempre.

Pero la pieza terminó demasiado pronto. Y después de dos canciones rápidas, Grace tuvo que regresar a su asiento. Simplemente, no tenía el aguante de Julián.

Al encaminarse hacia la mesa, se dio cuenta de que Julián ni siquiera tenía la respiración alterada; pero eso sí, su frente estaba cubierta de sudor.

Él le apartó la silla. Se sentó muy cerca de ella y cogió su jarra de cerveza para tomar un gran trago.

— ¡Julián! —dijo Selena con una carcajada—. No tenía ni idea de que podías moverte así.

Bill puso los ojos en blanco.

— ¿Pensamientos lujuriosos de nuevo, Lane?

Selena le dio un puñetazo a su marido en el estómago.

— Sabes que no es eso. Tú eres el único juguete con el que me apetece jugar.

Bill miró a Julián con escepticismo.

— Sí, claro.

Grace vio cómo el rostro de Julián se ensombrecía.

— ¿Estás bien? —le preguntó.

Él le contestó con su sonrisa plagada de hoyuelos y a ella se le olvidó la pregunta.

Permanecieron sentados en silencio escuchando al grupo, mientras Julián y Grace se ofrecían nachos el uno al otro.

Cuando Grace apartó la mano de los labios de él, Julián la capturó y se la llevó de nuevo a la boca para chupar un poco de queso que se le había quedado pegado en la yema de un dedo. Pasó la lengua sobre su piel y Grace sintió que el cuerpo le estallaba en llamas.

No pudo más que reírse al notar cómo el deseo la consumía. Cómo deseaba haberse quedado en casa. ¡Le encantaría quitarle la ropa a Julián y lamer queso fundido sobre su cuerpo toda la noche!

Definitivamente, iba a añadir Cheez Whiz a la lista de la compra.

Con los ojos brillantes, Julián llevó la mano de Grace hasta su regazo y comenzó a mordisquearle el cuello antes de apartarse y tomar otro trago de cerveza.

— Selena —le dijo Bill llamando la atención de su esposa, que estaba mirando a Grace y Julián. Le ofreció una servilleta—. Seguro que quieres limpiarte la baba que te gotea por la barbilla.

Selena puso los ojos en blanco.

— Gracie, necesito ir al baño. Vamos.

Julián se echó hacia atrás para dejarla pasar. Observó cómo Grace se perdía entre la multitud y, casi al instante, las mujeres comenzaron a acercársele.

El estómago se le contrajo. ¿Por qué siempre tenían que revolotear a su alrededor? En ese momento, deseó que por una vez en su vida pudiera sentarse tranquilo sin tener que mantener a raya a un puñado de mujeres, de las cuales ni siquiera conocía sus nombres, antes de que empezaran a sobarlo.

— Hola nene —coqueteó una atractiva rubia, que fue la primera en llegar a su lado—. Me gusta cómo bailas. ¿Qué tal si…?

— No estoy solo —le contestó él, entrecerrando los ojos a modo de advertencia.

— ¿Con ella? —se rió la mujer mientras señalaba con un dedo hacia el lugar por donde Grace había desparecido—. Venga ya. Pensaba que habías perdido una apuesta o algo así.

— Yo pensé que lo hacía por pena —comentó otra mujer que se acercó junto a una morena.

Dos hombres surgieron en ese momento de entre la multitud.

— ¿Qué hacéis aquí vosotras tres? —preguntaron los tipos a sus compañeras.

Las mujeres contemplaron contritas a Julián.

— Nada —ronroneó la rubia, mirándolo por última vez antes de darse la vuelta y marcharse.

Los hombres lo miraron furiosos.

Él alzó una ceja con un gesto burlón y tomó otro trago de cerveza con total normalidad. Los tipos debieron darse cuenta de que la idea de pelear con él era bastante estúpida, porque se reunieron con sus chicas y se marcharon.

Julián suspiró, disgustado. Daba igual la época en la que se encontrara, algunas cosas no cambiaban.

— Oye —le increpó Bill alzándose un poco por encima de la mesa—. Sé que últimamente has pasado mucho tiempo con mi mujer. Por tu bien, espero que no te estés metiendo en mi territorio. ¿Me has entendido?

Julián tomó una honda bocanada de aire. Bill no; él no.

— Por si no lo has notado, sólo estoy interesado en Grace.

— Sí, claro —masculló Bill—. No intentes confundirme; Grace me cae muy bien, pero no soy idiota. No puedo creer que seas el tipo de hombre que se conforma con una hamburguesa cuando tiene un montón de jugosos solomillos de ternera esperándolo.

— Sinceramente, me importa una mierda lo que creas.

Grace vaciló cuando Selena y ella regresaron junto a Julián y Bill. La tensión de Julián era palpable. Sostenía la cerveza con tanta fuerza que se sorprendía de que la botella no hubiera estallado, hecha añicos.

— Bill —le dijo Selena mientras le pasaba los brazos alrededor del cuello—. ¿Te importaría mucho si bailo con Julián?

— Joder, claro que me importa.

De inmediato, Julián se disculpó y se acercó a la barra.

Grace lo siguió con rapidez.

Pidió otra cerveza justo cuando ella llegó a su lado.

— ¿Estás bien? —le preguntó.

— Estupendamente.

Pero no lo parecía. Definitivamente, no parecía estar bien.

— ¿Sabes una cosa? Sé cuando no estás siendo sincero conmigo. Y ahora confiesa, Julián. ¿Qué pasa?

— Deberíamos marcharnos.

— ¿Por qué?

Julián lanzó una rápida mirada a Selena y Bill.

— Creo que sería lo más sensato.

— ¿Por qué?

Julián gruñó.

Antes de que pudiera contestarle, tres hombres aparecieron tras él y, por sus expresiones, Grace intuyó que no estaban muy contentos.

Peor aún, parecía que Julián era la fuente de todos sus problemas.

El más grande era un monstruoso culturista, siete centímetros más bajo que Julián, pero bastante más musculoso y voluminoso. Hizo una especie de mohín al mirar la espalda de Julián de arriba abajo. Y, en ese instante, Grace lo reconoció.

Paul.

El corazón empezó a latirle con rapidez. Físicamente, había cambiado muchísimo con los años. Tenía la cara más redonda, con arrugas prematuras alrededor de los ojos, y había perdido mucho pelo. Pero aún conservaba la misma sonrisa burlona.

— Éste era el que estaba con Amber —le dijo uno de sus acólitos.

Una calma mortal rodeó a Julián, haciendo que Grace se estremeciera de miedo. Ella no sabía de lo que era capaz y, por lo que estaba viendo, Paul no había cambiado por dentro tanto como por fuera. Un niñato de anuncio, rodeado de seguidores, que siempre se movía con su séquito. Todo lo que hacía tenía que ser notorio para dejar claro su poder. Con ese ego de chulo de playa, estaba claro que no se iría hasta que consiguiera enredar a Julián en una pelea.

Lo único que esperaba era que su general tuviera más sentido común y no cayera en la trampa.

— ¿Necesitáis algo? —preguntó, sin mirar a Paul ni a sus amigos.

Paul se rió y palmeó a uno de los suyos en el pecho.

— ¿Qué acento es ése? Tiene voz de pito. Pensaba que el niño bonito iba detrás de mi chica, pero por su pinta y por su voz, creo que iba detrás de uno de vosotros.

Julián se giró y miró furioso a Paul. A cualquier otra persona con más entendederas, esa mirada la habría hecho retirarse.

Paul, por supuesto, carecía de entendederas. No había tenido nunca ni una pizca de sentido común.

— ¿Qué pasa contigo, niño bonito? —se burló Paul—. ¿Te he ofendido? —Miró a sus amigos y meneó la cabeza—. Lo que pensaba; es un mariquita cobarde con voz de pito.

Julián soltó una carcajada siniestra.

— Venga Julián —le increpó Grace, cogiéndolo del brazo antes de que las cosas se pusieran peor—. Vámonos.

Paul la miró con aquella risita burlona y entonces la reconoció.

— Vaya, vaya, vaya. Grace Alexander. Hace mucho que no nos vemos. —Le dio una palmada en la espalda al tipo moreno que estaba a su lado—. Oye, Tom, ¿te acuerdas de Grace, la de la facultad? Sus braguitas blancas me hicieron ganar nuestra apuesta.

Julián se quedó paralizado ante sus palabras.

Grace sentía que el viejo dolor volvía, pero se negó a demostrarlo. Jamás le daría ese gusto a Paul de nuevo.

— No me extraña que fuera detrás de Amber —siguió Paul—. Probablemente quería probar a una mujer que no estuviese todo el rato llorando mientras se la tira.

Julián giró hacia Paul con tal rapidez que Grace apenas si fue capaz de percibir el movimiento. Paul se movió un poco pero Julián se agachó y le lanzó un puñetazo a las costillas que lo envió hasta la multitud, que se agolpaba unos metros detrás de ellos. Con una maldición, se arrojó a plena carrera hacia Julián. Él se ladeó un poco, le puso la zancadilla y lo empujó haciéndolo volar por los aires.

Paul aterrizó sobre la espalda.

Antes de que pudiera moverse, Julián colocó el pie sobre su garganta y le sonrió con tal frialdad que Grace comenzó a temblar de la cabeza a los pies.

Paul agarró el pie de Julián con las dos manos e intentó apartarlo. Comenzó a agitarse por el esfuerzo, pero Julián no se apartó.

— ¿Sabías…—le preguntó Julián con un tono de voz tan pragmático que era realmente atemorizante—…que sólo son necesarios poco más de dos kilos para aplastarte el esófago por completo?

Los ojos y los brazos de Paul comenzaron a hincharse cuando Julián ejerció más presión sobre su cuello.

— Tío, por favor —suplicó Paul mientras intentaba quitarse el pie de Julián de encima—. Por favor, no me hagas daño, ¿vale?

Grace contuvo el aliento, aterrada, al ver que Julián le pisaba aún con más fuerza.

Tom se acercó a ellos.

— Hazlo —le advirtió Julián— y te saco el corazón para que tu amigo se lo coma.

Grace se quedó helada al ver la mirada de los ojos de Julián. Éste no era el hombre tierno que le hacía el amor por las noches. Éste era el rostro del general que una vez había mandado al infierno a los romanos más valientes.

No dudaba ni por un solo instante que Julián podía llevar a cabo la amenaza. Y por lo rápido que la sangre abandonó el rostro de Tom, Grace supo que el hombre también lo creyó.

— Por favor —volvió a implorar Paul, comenzando a llorar—. Por favor, no me hagas daño.

Grace tragó saliva mientras esas palabras la asaltaban; las mismas que ella pronunció llorando en la cama de Paul.

Fue entonces cuando Julián la miró a los ojos. Ella vio la furia y el deseo de acabar con Paul. Por ella.

— Déjalo, Julián —le dijo en voz baja—. No merece la pena. A tu lado no vale nada.

Julián miró a Paul con los ojos entrecerrados.

— Los cobardes inútiles como tú son descuartizados como entrenamiento allí de donde vengo.

Cuando Grace pensaba que iba a matarlo, Julián apartó el pie.

— Levántate.

Frotándose el cuello, Paul se puso en pie lentamente.

La mirada gélida y letal de Julián hizo que Paul se encogiera.

— Le debes una disculpa a mi mujer.

Paul se limpió la nariz con el dorso de la mano.

— Lo siento.

— Dilo como si lo sintieras de verdad —lo amenazó Julián en voz baja.

— Lo siento, Grace. De verdad. Lo siento muchísimo.

Antes de que ella pudiese responder, Julián pasó un brazo por sus brazos en un gesto posesivo y salieron a paso tranquilo del local.

Ninguno de ellos habló hasta que llegaron al coche. Grace notaba que algo iba muy mal con Julián. Estaba totalmente tenso, como la cuerda de un arco.

— Ojalá me hubieses dejado matarlo —le dijo Julián, mientras ella buscaba las llaves del coche en el bolsillo de los vaqueros.

— Julián…

— No tienes ni idea de lo que me cuesta dejarlo marchar. No soy el tipo de hombre que suele dejar de lado una situación como ésta —confesó mientras golpeaba con fuerza el techo del coche con la palma de la mano para después girarse rápidamente y lanzar un gruñido—. ¡Maldita sea, Grace! hubo una época en la que me alimentaba de las entrañas de tipos como ése. Y he pasado de eso a…

Julián dudó un instante cuando dos mil años de recuerdos reprimidos afluyeron a su mente. Volvió a verse como el respetado líder que fue. El héroe de Macedonia. El hombre que una vez consiguió que legiones completas de romanos se rindieran ante la simple aparición de su estandarte.

Y después vio en lo que se había convertido. En una cáscara vacía. En una codiciada mascota, sometida a la voluntad de aquélla que lo invocara.

Durante dos mil años había vivido sin emociones y sin pronunciar más que un puñado de palabras.

Había encontrado el punto exacto que le permitía sobrevivir. Y se había dejado arrastrar.

Hasta que Grace llegó y descubrió su faceta humana…

Ella observó la miríada de emociones que cruzaron por el rostro de Julián. Ira, confusión, horror y, finalmente, una terrible agonía. Se acercó hasta el otro lado del coche, donde él estaba, pero no dejó que lo tocara.

— ¿Es que no lo ves? —le preguntó con un tono brusco a causa de las intensas emociones—. Ya no sé quién soy. En Macedonia sabía quién era; después me convertí en esto —dijo, mientras alzaba el brazo para que Grace pudiera ver las palabras que Príapo grabó a fuego—. Y tú lo has cambiado todo —acabó, mirándola fijamente.

La angustia que reflejaban sus ojos desgarraba a Grace.

— ¿Por qué has tenido que cambiarme, Grace? ¿Por qué no me dejaste como estaba? Había aprendido, a fuerza de voluntad, a no sentir nada. Simplemente venía a este mundo, hacía lo que me ordenaban y me marchaba. No deseaba nada. Y ahora… —miró a su alrededor, como un hombre inmerso en una pesadilla de la que no puede escapar.

Ella alargó el brazo.

— Julián…

Negando con la cabeza, él se alejó de su mano.

— ¡No! —exclamó, mesándose el cabello—. No sé a dónde pertenezco. No lo entiendes.

— Entonces, explícamelo —le suplicó Grace.

— ¿Cómo voy a explicarte lo que es caminar entre dos mundos y ser despreciado por ambos? No soy humano, ni tampoco un dios; soy un híbrido abominable. No tienes idea de cómo crecí: mi madre me entregó a mi padre, que me entregó a su esposa, que me entregaba a cualquiera que estuviese cerca para alejarme de su vista. Y durante los últimos veinte siglos no he sido más que una moneda de cambio, algo que se podía comprar y vender. He pasado toda mi vida buscando un lugar al que poder llamar hogar. Buscando a alguien que me quisiera por lo que soy, no por mi rostro ni por mi cuerpo. —El tormento que reflejaban sus ojos hería a Grace como una quemadura.

— Yo te quiero, Julián.

— No, no es cierto. ¿Cómo ibas a quererme?

Ella se quedó boquiabierta ante su pregunta.

— Mejor di que cómo no iba a hacerlo. Dios mío, jamás en mi vida he deseado estar junto a alguien como ahora deseo estar contigo.

— Es lujuria, nada más.

Eso sí consiguió enfadarla. ¡Cómo se atrevía a despreciar sus sentimientos como si fuesen algo trivial! Lo que sentía hacia él era mucho más profundo que la mera lujuria, era algo que le llegaba hasta el alma.

— No me digas lo que siento o lo que no. No soy una niña.

Julián meneó la cabeza, incapaz de creer sus palabras. Se trataba de la maldición. Tenía que ser eso. Nadie podía amarlo. Nadie lo había hecho nunca, desde el día en que nació.

Pero que Grace lo amara…

Sería un milagro. Sería…

La gloria. Y él no había nacido para saborearla.

«Sufrirás como ningún otro hombre lo ha hecho.»

Sólo se trataba de otra estratagema de los dioses. Otro cruel engaño concebido para castigarlo.

Y ya estaba cansado. Exhausto y agotado por la lucha. Sólo quería escapar al sufrimiento. Buscaba un puerto donde refugiarse de aquellos aterradores sentimientos que lo asaltaban cada vez que la miraba.

Grace apretó los dientes al ver la negativa en los ojos de Julián. Pero, ¿quién podía culparlo?

Lo habían herido en incontables ocasiones. Pero de algún modo, de alguna forma, lograría probarle lo mucho que significaba para ella.

Tenía que hacerlo. Porque perderlo significaría la muerte para ella.

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