Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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martes, 5 de enero de 2016

Puddle Jumping * Capítulo 14

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 14

Luego estuvo el baile.

Una vez vi una película donde el actor principal decía que el baile era un hito importante para los adolescentes. Que eso no debería perderse. Y creo que esa es una declaración bastante verdadera, porque he oído hablar de las señoras que se perdieron el suyo y eso las marcó de por vida. Como que terminaron locas y perdiendo sus mentes, escribiendo sus memorias desde la cárcel y vinculando todo 
con la noche en que se perdieron su fiesta de graduación.

En serio. Ve un episodio de Snapped.

De todas formas, siendo esto supuestamente algo importante, no estaba muy de acuerdo. Era otro baile con la gente de la escuela. Excepto que los vestidos eran más caros y lo celebraban en un hotel en vez del gimnasio.

Pienso que ponemos demasiada presión sobre nuestros hombros para estar emocionados con cosas como estas. Tanta, que están definiendo momentos que nopodemos perdernos, ya que pasan una vez en la vida. Aunque pienso que es bueno tener los recuerdos, la acumulación es generalmente mejor que el acontecimiento en sí. 

Tal vez si paramos de tratar de alcanzar los estándares de las películas sobre la grandeza, estaríamos muy felices con lo que tenemos.

Ojalá hubiera tenido esa mentalidad para el baile cuando llegó. Debí haber sabido que no saldría como yo esperaba.

* * *

Mi vestido fue blanco, para gran disgusto de mi padre. Se mantuvo mirándome como si hubiera elegido un maldito vestido de novia, y tuve que rodar los ojos una infinidad de veces antes de que por fin dejara de estar boquiabierto. 

Me esforcé, e incluso había recogido mi cabello... Supongo que tenía muchas ganas de sentirme como si luciera linda esa noche.

No me juzguen. Sigo siendo una chica. 

En fin, me encontraba alistándome en mi habitación con Rosalie, cuando la primera llamada llegó. Era la señora Cullen y sonaba muy apenada, pero Edward todavía se hallaba en el trabajo haciendo algo para una de las exhibiciones, por lo que tendría que quedarse hasta tarde para tratar de terminarlo.

Y, como yo sabía, Edward normalmente completaba cualquier proyecto que le daban.

—¿Cuándo cree que termine? —Sostenía el teléfono entre mi oído y hombro mientras intentaba ponerme rubor y fallaba miserablemente.

No sabía, pero prometió que me llamaría en cuanto supiera porque iba a tratar de decirle, una vez más, lo importante que era su promesa para mí. Y que ese trabajo podía esperar.

La señora Cullen tenía un tono.

La decepción me invadió tan pronto colgué, y mi mejor amiga hizo su mejor esfuerzo para hacerme sentir mejor con solo ser... pues... Rosalie. Estuvo contando chistes y haciendo muecas estúpidas y voces para despejar mi mente, pero no se podía negar que sería otra vez como en el Día de San Valentín y yo estaría en la limusina sola esa noche. Sola en la cena.

Sola en el baile.

Me tomé fotos con el grupo, no con mi pareja.

No tenía ni ramillete.

Lo más difícil fue ver a los demás con sus citas; todos melosos y románticos el uno al otro. Simplemente remarcaba más el hecho que me encontraba sola esa noche.

Alice en su vestido rosa y Jasper en su chaleco de color rosa.

Rosalie en su vestido amarillo... con dos citas.

Supongo que fue una suerte para mí que tuviese dos: Paul y Embry. Ríete todo lo que quieras, pero a ninguno de los chicos les importó que ambos fueran las citas. Estoy bastante segura de que les prometió algo que no quería saber.

Después de todo el progreso que había hecho...

Eran muy amables. Atractivos. Agradables. Ella se sentía feliz. No podía reclamarle nada al respecto. Los tigres no cambian sus rayas, como diría mi madre. 

¿O eran las cebras?

El tema del baile era James Bond o algo equivalente. Fotografías eran tomadas en cuanto entrabas por la puerta, y yo me hallaba súper cabreada con la idea de tener que caminar sola, tomarme una foto sola cuando en realidad, de verdad, tenía un novio. Sólo que no estaba presente. 

Pero antes de que pudiera poner un pie en el enorme salón de baile, Rosalie me detuvo y me apartó para decirme que, si deseaba, Paul podría acompañarme. 

En realidad daba lo mismo. No era como si fuera a comprar una de las fotografías. 

Simplemente no deseaba esa mirada de compasión que la gente era tan rápida de dar. Y el fotógrafo detenía a todos para tomar fotografías de grupo en la puerta, por lo que, en realidad, ¿qué otra opción tenía?

Paul era alto y moreno, con una especie de pequeño peinado de cresta. Me pregunté si tendría un tatuaje... un piercing o algo igual de exótico como sus raíces hawaianas. Me pregunté cuántos años tenía exactamente, puesto que tenía cara de niño, pero un cuerpo realmente masculino y fornido. Es probable que se ejercitara cinco veces a la semana. Había una probabilidad setenta-treinta de que él estuviera en mediados de los veinte.

Tenía una sonrisa fácil, y me recordó a esos tipos que guiñan un ojo y luego dicen algo que creen que piensas que es tierno. Le agradecí por haberme tenido compasión y anclarme de su brazo, deteniéndome frente al fotógrafo para dedicar una sonrisa a medias antes de ingresar al frenesí de los cuerpos moviéndose, que solo el día anterior parecía gente con la que iba a la escuela.

Ahora la mitad de las chicas parecían modelos de pasarela y la otra mitad parecían prostitutas.

Me pregunté a cuál me parecía.

Paul no tuvo ningún problema en ofrecerme bailes por lástima y conseguirme una bebida de vez en cuando. Con las cosas así, intenté divertirme, sin importar cuán vacío se sentía mi pecho.

El rey y la reina del baile fueron anunciados, y me quedé sin habla cuando Alice y Jasper ganaron, recibiendo sus coronas y besándose frente al cuerpo estudiantil. Eso significó algo. Sencillamente... lo hacía. Independiente de quiénes eran en un salón de clases; ellos eran Alice y Jasper. Todos los conocían. Tenían igualdad de oportunidades en cada elección.

Después de que hubieran bailado, Rosalie me hizo a un lado para avisarme que saldría a fumar cigarrillos con Paul. Embry había hecho un par de amigos en la mesa donde pusimos todas nuestras cosas, y tuve que reír al verlo charlando con una porrista engreída llamada Claire. La famosa Claire de Clam-rostro.

Salí con Rosalie porque no tenía nada mejor que hacer y pensé que podría ayudarme a despejar un poco la cabeza. Seré honesta: sin duda, me encontraba abatida.

Ella y Paul se quedaron a un lado del hotel, por un callejón, fumando y besándose; me sentí como la tercera rueda, pero al parecer ese era el tema de la noche, de todos modos. Hacía más frío de lo que esperaba y no había traído una chaqueta, por lo que me abrazaba de esa conocida extraña manera, viendo cómo el viento agitaba mi vestido alrededor de mis pies. Es por eso que no noté a Paul acercarse y colgar su chaqueta sobre mis brazos. No me di cuenta hasta que alcé la vista y lo encontré entrecerrando los ojos para evitar el humo que salía del cigarro colgando de sus labios conforme la ponía en mis hombros.

Le di las gracias y sonrió, tomando el cigarrillo en sus dedos y aspirando. 

Recuerdo haber visto la forma en que las cenizas cayeron y fueron elevadas por el viento. Fue un poco poético, en cierto modo. Si te gustan ese tipo de cosas.

Rosalie hablaba por teléfono con su mamá, por lo que él y yo charlábamos, escuchando la música proveniente del baile rebosar a través de cada grieta en el edificio. Estaba tan alta. Tan condenadamente alta.

Y tal vez por eso no le presté atención a mi teléfono en mi bolsito. 

O quizá fue lo fuerte que el viento se sentía en mis oídos, y por eso no escuché a nadie llamarme desde la calle.

El por qué no escuché pasos.

Quizá fue por eso que no pensé para nada en lo cerca que me encontraba de Paul o cómo sus manos frotaban mis brazos hacia arriba y abajo en un intento de calentarme, mientras esperábamos a que su cita colgara el teléfono.

Nop.

No oí nada de eso.

Pero sí vi el puño de Edward antes de que colisionara con la mandíbula de Paul.

En retrospectiva, debí haber sabido que Edward al verme con otro chico enfurecería. Pero no había escuchado la llamada de Esme. No sabía que Edward se cambió de ropa en el trabajo y que su amigo Keith lo acompañaba para reunirse conmigo. No sabía nada nada de aquello. Todo lo que sabía era que me hallaba en mi baile de graduación con mi cantidad limitada de amigos, esperando a mi novio, que apareció de la nada para defenderme sin razón alguna.

Las consecuencias fueron rápidas, con Edward atacando Paul y arrojándolo al suelo, mientras que Paul intentaba alejarlo, gritando blasfemias y yo gritando, tanto para detenerlos y para intentar explicarle que Edward era diferente... algo que nunca deseé decir en toda mi vida, pero Paul no tenía ni idea y yo no le había contado nada de mi novio.

Además, ¡ni siquiera sabía si iba a aparecer!

Rodaron en el concreto hasta que Paul tomó la posición dominante, fijando a Edward debajo de él, cruzando los brazos sobre su pecho a medida que mi novio luchaba y gritaba palabras que nunca le oí decir.

Tan avergonzada como debí haber estado... tan enojada como debí haberme sentido... haber gritado tanto como sé que debí haber hecho y alejarme de todos... 

No pude.

Él era mi Edward.

La presión en su pecho pareció darle el apretón necesario para centrarse y calmarse mientras me arrodillaba, el cemento frío e incluso el viento aún más frío me congelándome hasta los huesos, para hablarle al oído. Le expliqué tan objetivamente como pude que Paul era la cita de Rosalie, y que me prestó su chaqueta porque tenía frío.

Deseaba decir: 

-Porque tú no estabas aquí. 

Porque no podía tener tu abrigo.

Porque no podías habérmelo ofrecido...

En vez de eso, puse mi mano en su frente, y le susurré que mirara mi rostro y me escuchara.

Con cautela, Paul se quitó de encima, dando un paso atrás y frotándose un poco la mandíbula. Y Rosalie sólo lucía como si estuviera medio impresionada y medio aterrada.

Cuando Edward finalmente se puso de pie, su traje arrugado y sucio... mi ramillete aplastado y en pedazos en el suelo... mi vestido manchado por la acera... tenía una apropiada mirada de remordimiento en su rostro.

—Caminamos. —Señaló a alguien de pie a un lado de la escena.

—Lo traje del museo para asegurarme de que llegara bien. —El desconocido se tomó un momento antes de extenderme su mano—. Soy Keith. ¿Supongo que debes ser Bella?

Simplemente asentí.

Me miró de pies a cabeza, y me dedicó una sonrisita. 

—Puedo ver por qué pelearía por ti.

Esa fue la primera vez que perdí la paciencia con nuestra relación. No por quien Edward era... quien es... sino porque pensé que si alguien externo se hallaba mirando y no sabía nada de nosotros, parecía como si simplemente Edward fuera un mal novio. Todas las cosas tiernas y buenas entre nosotros eran en privado. Las meteduras de pata eran públicas. Y quizá me encontraba muy agotada de ser la comprensiva, pero de verdad sentí que habíamos estado juntos el tiempo suficiente como para ser capaz de sentarnos y tener una charla acerca de cómo sus acciones me hicieron sentir aquella noche.

Nos llevé en silencio a nuestra habitación de hotel, sin siquiera molestarme en decirle nada a el resto de nuestros amigos. Rosalie sabía a dónde íbamos y ella podría retransmitir el mensaje si necesitaba ser repetido. Edward estaba en silencio, también, y me siguió a la habitación. Sin hacer preguntas. Era ese tipo de confianza en él que hizo que mi corazón doliera tanto.

Sabía que necesitaba un momento para mí misma, así que me fui al baño a ponerme un pijama, sin recordar que empaqué otro pequeño camisón estúpido en vez de regulares pantaloncillos y una camiseta. No parecía muy apropiado, por lo que opté por la ropa interior que había empacado para el día siguiente y una camiseta, soltándome mi estúpido cabello y prácticamente gritándole blasfemias al 
montón de molestosas horquillas por haberlo mantenido en su lugar. Mis cabellos excesivamente peinados acabaron en un descuidado moño en la cima de mi cabeza y me lavé mi cara para quitar todo el inútil maquillaje que no necesitaba para afrontar al chico que amaba.

Cuando salí del baño, lo hallé sentado en la cama. Sin zapatos. Sin chaqueta. 

Mirando fijamente la pared.

Tomó una profunda respiración y siguió centrándose allí. 

—Bella, a veces no creo que tenga la capacidad de ser lo que necesitas en una pareja.

—Está bien. Bueno, a veces me siento de la misma forma. —Estaba siendo honesta mientras me arrastraba por el edredón para sentarme a su lado y mirar el mismo lugar que él. Se movió en la cama y tocó mi pierna con la punta de sus dedos, recorriendo con suavidad mi rótula. 

—De ninguna manera siento que no lo seas. Siempre has sido paciente.

Asentí. 

—Sí. Pero es difícil.

Su silencio me hizo saber que quería que explicara con más detalle.

—Mira —empecé, protegiendo mi corazón lo mejor posible para no romper a llorar—, esta noche era especial para mí. Y no te encontrabas allí.

—Me pidieron que me quedara hasta tarde en el trabajo.

Por fin, me atreví a mirarlo a los ojos. 

—Pero me lo prometiste primero. ¿Recuerdas eso? Te pregunté específicamente si querías ir al baile conmigo y dijiste que sí. Habías dicho que sí, Edward.

Si la "compresión" en realidad tenía un aspecto, sería el que cruzó por su rostro en ese momento.

—Ya veo.

—¿En serio? —Me moví para sentarme y mirarlo a la cara—. Era importante para mí, porque no nos hemos visto mucho últimamente por tu nuevo trabajo. Era importante porque estamos por graduarnos pronto. Quería que pasáramos tiempo con nuestros amigos. Porque la amistad es importante.

—La amistad es importante para mí. Tú eres importante para mí.

—Y tú eres importante para mí. Muy importante. Quiero pasar el poco de tiempo que puedo contigo. Me sometí a vestirme y arreglar mi cabello y tan solo hacer este maldito esfuerzo... —Ahora de verdad las lágrimas escocían mis ojos a ese punto. Hasta que su mano ahuecó mi barbilla.

—Era innecesario.

—Para ti. —Esta vez lo miré a los ojos—. Era innecesario para ti. No para mí. Esto era importante para mí. Y necesito... que me hagas importante. Para ti.

—Siempre has sido importante.

—Siempre he sido importante aquí —puse el dedo en su corazón—, y aquí —el dedo en su cabeza—, pero tengo que ser importante en todo. No solo cuando estamos solos. No solo cuando tienes tiempo. Soy tan importante como tu trabajo. Y prometiste que estarías aquí en el baile. He pasado por alto otras cosas, pero esta noche, necesito que entiendas que mis sentimientos están heridos y quiero que tus promesas conmigo sean igual de importantes que tus promesas con otras personas. Si dices que vas a hacer algo conmigo, entonces hazlo.

Mi pecho se sentía apretado.

—Entiendo.

Así como así. Lo dijo, por lo que debía hacerse. No lo obligaba a hacer nada más que cumplir con su palabra.

Y fue entonces cuando sucedió.

—Te amo, Edward. De verdad. Y quiero que estemos juntos.

Su silencio era desgarrador, y los latidos de mi corazón resonando en mis oídos amenazaban con hacerme sorda. Pero tenía que darle el beneficio.

—No lo digas, ¿de acuerdo? Solo quiero que sepas que yo... te amo.

La boca de Edward comenzó a abrirse y a cerrarse lentamente, con su mano tomando la mía mientras él la miraba fijamente. Cerré los ojos y me obligué a alejar mi ansiedad, sintiendo sus dedos trazando mi piel. Un patrón. Las líneas suaves de sus dedos jugando con el dorso de mi mano.

Como un pincel acariciando mi piel.

No necesitaba que lo dijera en voz alta. Me lo había dicho con su toque. Sus acciones, sus palabras, solidificando lo que necesitaba en mi corazón.
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