Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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domingo, 23 de mayo de 2010

Amante de ensueñO * CapítuLo 5/3

— Tenemos que hablar con urgencia sobre los comentarios adecuados en un lugar público.

— Si me llevaras a casa, no tendrías que preocuparte por eso.

El tipo era realmente implacable.

Moviendo la cabeza con incredulidad, Grace cogió dos pares más de vaqueros, unas cuantas camisas, un cinturón, unas gafas de sol, calcetines, zapatos y varios boxers enormes y horrorosos. Ningún hombre estaría atractivo con aquellos calzoncillos, decidió. Y lo último que pretendía era que Julián resultase aún más apetecible.

Salieron de la zona de los probadores con Julián vestido de arriba abajo con la ropa nueva: un polo, unos vaqueros y unas zapatillas de deporte.

— Ahora pareces casi humano —bromeó Grace, mientras dejaban atrás el departamento de ropa masculina.

Julián le dedicó una mirada fría y letal.

— Sólo por fuera —le contestó con voz tan baja que Grace no estuvo segura de haber escuchado bien.

— ¿Qué has dicho? —le preguntó.

— Que sólo soy humano exteriormente —dijo él hablando más alto.

Grace captó la angustia en su mirada. Su corazón comenzó a latir con más fuerza.

— Julián —dijo con claras intenciones de reprenderle—, eres humano.

Él apretó los labios y le contestó con una mirada sombría y precavida:

— ¿En serio? ¿Un humano puede vivir dos mil años? ¿Se le permite a un humano caminar por el mundo unas cuantas semanas cada cientos de años?

Miró a su alrededor, fijándose en las mujeres que lo miraban a hurtadillas por entre la ropa.
Mujeres que se detenían por completo, paralizadas, en cuanto lo veían por el rabillo del ojo.

Hizo un amplio gesto con la mano, señalando el espectáculo que se desarrollaba a su alrededor.

— ¿Has visto que hagan eso con alguien más? —el rostro de Julián adoptó una expresión dura y peligrosa, mientras la atravesaba con la mirada— No, Grace, jamás he sido humano.

Con el urgente deseo de reconfortarlo, ella llevó la mano hasta su mejilla.

— Eres humano, Julián.

La duda que vio en sus ojos le partió el corazón.

Sin saber muy bien qué hacer ni qué decir para que se sintiera mejor, dejó pasar el tema y se encaminó hacia la salida. Estaba casi saliendo cuando se dio cuenta de que Julián no iba tras ella.

Se giró y lo localizó de inmediato. Se había distraído en el departamento de lencería femenina; estaba de pie junto a un expositor de minúsculas negligés negras. Comenzó a ruborizarse de nuevo; juraría que podía escuchar los lascivos pensamientos que pasaban en esos momentos por la mente masculina.

Sería mejor que fuese rápidamente a buscarlo, antes de que cualquiera de las mujeres se ofreciera como modelo. Se acercó apresuradamente y se aclaró la garganta.

— ¿Nos vamos?

Él la miró muy despacio, de arriba abajo y Grace supo por sus ojos que estaba conjurando su imagen con aquella prenda de gasa.

— Estarías deslumbrante con esto.

Ella lo miró con escepticismo. Aquella cosa era tan diáfana que se transparentaría por entero. Al contrario de lo que ocurría con él, el suyo no era un cuerpo que consiguiera hacer volver la cabeza de nadie —a menos que el susodicho estuviese muy desesperado. O hubiese estado encarcelado un par de décadas.

— No sé si deslumbraría a alguien, pero seguro que yo acababa congelada.

— No tardarías mucho en entrar en calor.

Grace contuvo la respiración al escuchar sus palabras; las creyó a pies juntillas.

— Eres muy malo.

— No, en la cama no —dijo bajando la cabeza hacia la suya—. Realmente en la cama soy muy…

— ¡Aquí estáis!

Grace retrocedió de un salto al escuchar la voz de Selena. Julián le dijo algo en una lengua extraña que no logró entender.

— Vaya, vaya —dijo con tono acusador—. Grace no entiende el griego clásico. Se dedicó a dormir durante todo el semestre —Selena la miró y chasqueó la lengua—. ¿Lo ves? Te dije que algún día te serviría para algo.

— ¡Sí, claro! —dijo a carcajadas—. Como si en aquella época yo me pudiera haber imaginado que ibas a convocar a un esclavo sexual gri… —la voz de Grace se extinguió al caer en la cuenta de que Julián estaba presente. Avergonzada, se mordió el labio.

— No pasa nada, Grace —la tranquilizó en voz baja.

Pero ella sabía que ese comentario lo había molestado. Era lógico.

— Sé lo que soy Grace; la verdad no me ofende. En realidad, estoy más ofendido por el hecho de que me llames griego. Fui entrenado en Esparta y luché con el ejército macedonio. Para mí era un hábito evitar todo contacto posible con los griegos antes de ser maldecido.

Grace arqueó una ceja ante sus palabras, o mejor dicho ante lo que no había dicho. No hacía ninguna referencia a su infancia.

— ¿Dónde naciste?

Comenzó a latirle un músculo en la mandíbula, y sus ojos se oscurecieron de forma siniestra.
Cualquiera que hubiese sido el lugar de su nacimiento, no parecía agradarle demasiado.

— Muy bien, soy medio griego; pero no estoy orgulloso de esa parte de mi herencia.

Bien; un tema espinoso. De ahora en adelante, borraría la palabra «griego» de su vocabulario.

— Volviendo al asunto de la negligé negra —dijo Selena—, debo decir que allí hay una roja que creo que le quedaría mucho mejor.

— ¡Selena! —le gritó Grace.

Su amiga la ignoró y condujo a Julián al estante donde estaba colgada la lencería de color rojo.
Selena cogió un picardías de color rojo brillante abierto por la parte delantera, y sujeto por un pequeño cordoncillo que se anudaba justo bajo el pecho. Los tirantes eran minúsculos. Unas braguitas y un liguero de encaje del mismo tono completaban el conjunto.

— ¿Qué estás pensando? —le preguntó Grace mientras Selena sostenía la prenda frente a Julián.

Él la miró de forma especulativa.

Si continuaban con ese jueguecito, acabaría muerta de vergüenza.

— ¿Queréis dejar ya eso? —les preguntó—. No pienso ponérmelo.

— De todas formas voy a comprarlo —dijo su amiga con voz resuelta—. Estoy prácticamente segura de que Julián es capaz de convencerte para que te lo pongas.

Él la miró divertido.

— Preferiría convencerla para que se lo quitara.

Grace se cubrió la cara con las manos y gimió.

— Acabará animándose —le contestó Selena con un gesto conspirador.

— No lo haré —le dijo Grace, aún oculta tras las manos.

— Sí lo harás —dijo Julián dejando zanjado el tema, mientras Selena pagaba la negligé roja.

Usó un tono tan arrogante y confiado, que Grace imaginó que no estaba acostumbrado a que le desafiaran.

— ¿Te has equivocado alguna vez? —le preguntó.

La diversión desapareció de su rostro, y de nuevo ocultó sus sentimientos tras una especie de velo. Esa mirada escondía algo, estaba segura. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta la repentina tensión de su cuerpo.

No volvió a pronunciar una sola palabra hasta que Selena regresó y le dio la bolsa.

— Vaya —comentó—, se me ocurre que podíais poner unas velas, una música tranquila y…

— Selena —la interrumpió Grace—, te agradezco mucho lo que intentas hacer, pero en lugar de hablar de mí, ¿podemos ocuparnos de Julián?

Selena lo miró de reojo.

— Claro, ¿le pasa algo?

— ¿Sabes cómo sacarlo del libro? De forma permanente, quiero decir.

— Ni idea —contestó y se dirigió a Julián—. ¿Tú sabes algo al respecto?

— No he dejado de repetírselo: es imposible.

Selena asintió con la cabeza.

— Es muy testaruda. Nunca presta atención a lo que se le dice, a menos que sea lo que ella quiere oír.

— Testaruda o no —añadió Grace dirigiéndose a Julián—, no puedo imaginar una sola razón por la cual querrías permanecer encerrado en un libro.

Julián apartó la mirada.

— Grace, no lo agobies.

— Eso es lo que intento, librarlo del agobio de su confinamiento.

— De acuerdo —dijo Selena, cediendo finalmente—. Muy bien, Julián, ¿qué horrible pecado cometiste para acabar metido en un libro?

— Hubris.

— ¡Ooooh! —exclamó Selena con tono fúnebre—, eso no es nada bueno. Grace, puede que tenga razón. Solían hacer cosas como despedazar a la gente por eso. Deberías haber prestado atención durante las clases de cultura clásica. Los dioses griegos son realmente despiadados en lo referente a los castigos.

Grace entrecerró los ojos para mirarlos.

— Me niego a creer que no exista ningún modo de liberarlo. ¿No podemos destruir el libro, o convocar a uno de tus espíritus, o hacer algo para ayudarlo?

— ¡Vaya!, ¿ahora crees en mi magia vudú?

— No mucho, la verdad. Pero te las arreglaste para traerle hasta aquí. ¿Es que no puedes pensar en algo que sirva de ayuda?

Selena se mordisqueó el pulgar en un gesto pensativo.

— Julián, ¿qué dios estaba a tu favor?

Él inspiró hondo, como si estuviese realmente cansado de sus preguntas.

— En realidad, ninguno de ellos me apreciaba mucho. Como era un soldado, normalmente dedicaba sacrificios a Atenea, pero tenía más contacto con Eros.

Selena le dedicó una sonrisa traviesa.

— El dios del amor y el deseo; lo comprendo perfectamente.

— No es por lo que crees —le contestó él agriamente.

Selena le ignoró.

— ¿Has intentado alguna vez recurrir a Eros?

— No nos hablamos.

Grace puso los ojos en blanco ante el despreocupado sarcasmo de Julián.

— ¿Por qué no intentas convocarlo? —le sugirió Selena.

Grace le lanzó una furiosa mirada.

— Selena, ¿podrías hacer el esfuerzo de ser un poco más seria? Sé que me he burlado de tus creencias durante todos estos años, pero ahora estamos hablando de la vida de Julián.

— Estoy hablando totalmente en serio —le contestó con énfasis—. Lo mejor para Julián sería invocar a Eros y pedirle ayuda.

¿Qué demonios? —pensó Grace. La noche anterior, no creía que pudieran invocar a Julián. Quizás Selena tuviese razón.

— ¿Lo intentarás? —le preguntó Grace.

Julián suspiró resignado, pero daba la impresión de que estaba más que dispuesto a zarandearlas a las dos. Con aspecto ofendido, echó la cabeza hacia atrás y mirando al techo dijo:

— Cupido, bastardo inútil, invoco tu presencia.

Grace alzó las manos.

— ¡Joder!, no entiendo cómo no se aparece después de llamarlo de ese modo.

Selena se rió.

— Muy bien —dijo Grace—. De todas formas no me creo nada de este abracadabra. Vamos a dejar las bolsas en mi coche y a buscar un sitio donde comer; allí podremos pensar algo más productivo que invocar al tal «Cupido, bastardo inútil». ¿Estáis de acuerdo?

— Por mí bien —contestó Selena.

Grace le dio la bolsa con la ropa de su marido.

— Aquí están las cosas de Bill.

Selena miró en el interior y frunció el ceño.

— ¿Dónde está la camiseta de tirantes?

— Luego te la doy.

Selena se rió de nuevo.

Julián caminaba tras ellas, escuchando sus bromas mientras salían de la tienda.

Afortunadamente, Grace había encontrado aparcamiento justo en el estacionamiento del centro comercial.

Julián las observó dejar las bolsas en el coche. Si lo pensaba un poco, tenía que admitir que le gustaba el hecho de que Grace estuviese tan interesada en ayudarlo.

Nadie lo había estado antes.

Había recorrido el camino de su existencia en solitario, apoyándose en su inteligencia y en su fuerza. Incluso antes de ser maldecido estaba cansado de todo. Cansado de la soledad, de no contar con nadie en este mundo y, lo más importante, de no tener a nadie que se preocupara por él.

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