Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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domingo, 23 de mayo de 2010

Amante de ensueñO * CapítuLo 5/4

Era una pena que no hubiese conocido a Grace antes de la maldición. Ella habría sido un bálsamo para su inquietud. Pero de todos modos, las mujeres de su época no se parecían a las actuales; esas mujeres lo trataban como a una leyenda a la que temer o aplacar, pero Grace lo miraba como a un igual.

¿Qué tenía Grace que la hacía parecer única? ¿Qué había en ella que le permitía llegar a lo más hondo de su alma, cuando su propia familia le había dado la espalda?

No estaba muy seguro. Pero era una mujer muy especial. Un corazón puro en un mundo plagado de egoísmo. Nunca había creído posible encontrar a alguien como ella.

Incómodo ante el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, echó un vistazo a la multitud.
Nadie parecía molesto con el opresivo calor reinante en aquella extraña ciudad.

Captó la discusión que una pareja mantenía justo enfrente de donde ellos se encontraban; la mujer estaba enfadada porque su marido se había olvidado algo. Con ellos había un niño, de unos tres o cuatro años, que caminaba entre ambos.

Julián les sonrió. No podía recordar la última vez que había visto a una familia inmersa en sus quehaceres. La imagen despertó una parte de él que apenas si recordaba tener. Su corazón. Se preguntó si esas personas sabrían el regalo que suponía tenerse los unos a los otros.

Mientras la pareja continuaba con la discusión, el niño se detuvo. Algo al otro lado de la calle había captado su atención.

Julián contuvo el aliento al darse cuenta de lo que el niño estaba a punto de hacer.

Grace cerró en ese momento el maletero del coche.

Por el rabillo del ojo, vio una mancha azul que cruzaba la calle a toda carrera. Le llevó un segundo darse cuenta de que se trataba de Julián, atravesando como una exhalación el aparcamiento.
Frunció el ceño, extrañada, y entonces vio al pequeñín que se internaba en la calle atestada de coches.

— ¡Oh, Dios mío! —jadeó cuando escuchó que los vehículos comenzaban a frenar en seco.

— ¡Steven! —gritó una mujer.

Con un movimiento propio de una película, Julián saltó el muro que separaba el aparcamiento de la calle, cogió al niño al vuelo y protegiéndolo sobre su pecho, se abalanzó sobre la luna del coche que acababa de frenar, dio un salto lateral y acabó en el otro lado.

Aterrizaron a salvo en el otro carril, un segundo antes de que otro coche colisionara con el primero y se abalanzara directamente sobre ellos.

Horrorizada, Grace observó cómo Julián se subía de un salto a la capota de un viejo Chevy, se deslizaba por el parabrisas y se dejaba caer al suelo, rodando unos cuantos metros hasta detenerse por fin y quedarse inmóvil, tendido de costado.

El caos invadió la calle, que se llenó de gritos y chillidos, mientras la multitud rodeaba el escenario del accidente.

Grace no podía dejar de temblar. Aterrorizada, cruzó la muchedumbre, intentando llegar al lugar
donde había caído Julián.

— Por favor, que esté bien; por favor, que esté bien —murmuraba una y otra vez, suplicando que hubiesen sobrevivido al golpe.

Cuando logró atravesar la marea humana y llegó al lugar donde había caído, vio que Julián no había soltado al niño. Aún lo tenía firmemente sujeto, a salvo entre sus brazos.

Incapaz de creer lo que veía, se detuvo con el corazón desbocado.

¿Estaban vivos?

— No he visto nada igual en mi vida —comentó un hombre tras ella.

Todos los congregados eran de la misma opinión.

Cuando vio que Julián comenzaba a moverse, se acercó muy despacio y muy asustada.

— ¿Estás bien? —escuchó que le preguntaba al niño.

El pequeño contestó con un lastimero aullido.

Ignorando el ensordecedor grito, Julián se puso en pie, lentamente, con el niño en brazos.

¿Cómo se las había arreglado para mantener cogido al pequeño?

Se tambaleó un poco y volvió a recuperar el equilibrio sin soltar al niño.

Grace le ayudó a mantenerse en pie sujetándole por la espalda.

— No deberías haberte levantado —le dijo cuando vio la sangre que le empapaba el brazo izquierdo.

Él no pareció prestarle atención.

Tenía una extraña y lúgubre mirada.

— ¡Shh! Ya te tengo —murmuró—. Ahora estás a salvo.

Esta actitud la dejó asombrada. Aparentemente, no era la primera vez que consolaba a un niño.
Pero, ¿cuándo habría estado un soldado griego cerca de un niño?

A menos que hubiera sido padre.

La mente de Grace giraba a velocidades de vértigo, sopesando las posibilidades, mientras Julián dejaba a la llorosa criatura en brazos de su madre, que sollozaba aún más fuerte que el niño.

¡Señor!, ¿era posible que Julián hubiese tenido hijos? Y si era cierto, ¿dónde estaban esos niños?

¿Qué les habría sucedido?

— Steven —gimoteó la mujer mientras abrazaba al niño—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te alejes de mi lado?

— ¿Está bien? —preguntaron al unísono el padre del niño y el conductor, dirigiéndose a Julián.

Haciendo una mueca, se pasó la mano por el brazo izquierdo para comprobar los daños sufridos.

— Sí, no es nada —contestó, pero Grace percibió la rigidez de su pierna izquierda, donde le había golpeado el coche.

— Necesitas que te vea un médico —le dijo, mientras Selena se acercaba.

— Estoy bien, de verdad —le contestó con una débil sonrisa, y entonces bajó la voz para que sólo ella pudiese escucharle—; pero he de confesar que los carros hacían menos daño que los coches cuando te chocabas con ellos.

A Grace le horrorizó su inoportuno sentido del humor.

— ¿Cómo puedes bromear con esto?, creía que habías muerto.

Él se encogió de hombros.

Mientras el hombre le daba profusamente las gracias por haber salvado a su hijo, Grace echó un vistazo a su brazo; la sangre manaba justo por encima del codo, pero se evaporaba al instante, como si se tratara de un efecto especial propio de una película.

De pronto, Julián apoyó todo su peso sobre la pierna herida, y la tensión que se reflejaba en su rostro desapareció.

Grace intercambió una atónita mirada con Selena, que también se había percatado de lo que acababa de suceder. ¿Qué demonios había hecho Julián?

¿Era humano, o no?

— No puedo agradecérselo lo suficiente —insistía el hombre—, creía que los dos habían muerto.

— Me alegro de haberle visto a tiempo —susurró Julián. Extendió la mano hacia el niño.

Estaba a punto de acariciar los castaños rizos del pequeño cuando se detuvo. Grace observó las emociones que cruzaban por su rostro antes de que él recuperara su actitud estoica y retirara la mano.

Sin decir una palabra, volvió al aparcamiento.

— ¿Julián? —le llamó, apresurándose para darle alcance—. ¿De verdad estás bien?

— No te preocupes por mí, Grace. Mis huesos no se rompen, y rara vez sangro —en esta ocasión, la amargura de su voz era indiscutible—. Es un regalo de la maldición. Las Parcas prohibieron mi muerte para que no pudiera escapar a mi castigo.

Grace se encogió al ver la angustia que reflejaban sus ojos.

Pero no sólo estaba interesada en el hecho de que hubiese sobrevivido al accidente, también quería preguntarle sobre el niño, sobre su modo de mirarlo —como si hubiese estado reviviendo una horrible pesadilla. Pero las palabras se le atragantaron.

— Tío, te mereces una recompensa —le dijo Selena al alcanzarles—. ¡Vamos a la Praline Factory!

— Selena, no creo que…

— ¿Qué es Praline? —preguntó él.

— Es ambrosía cajun —explicó Selena—. Algo que debería estar a tu altura.

En contra de las protestas de Grace, Selena les condujo hacia la escalera mecánica. Subió al primer escalón y se dio la vuelta para mirar a Julián, que subía en medio de las dos.

— ¿Cómo hiciste para saltar sobre el coche? ¡Fue increíble!

Julián encogió los hombros.

— ¡Vamos, hombre no seas modesto! Te parecías a Keanu Reeves en Matrix. Grace, ¿te fijaste en el movimiento que hizo?

— Sí, lo vi —dijo en voz queda, percibiendo lo incómodo que se sentía Julián ante los halagos de Selena.

También percibió la forma en que las mujeres a su alrededor lo miraban boquiabiertas.

Julián tenía razón. No era normal. Pero, ¿cuántas veces podía contemplarse un hombre como él en carne y hueso?, ¿un hombre que exudara ese brutal atractivo sexual?

Era un saco de feromonas andantes.

Y ahora un héroe.

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