Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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jueves, 31 de diciembre de 2015

Los placeres de la noche * Capítulo 5

Sinopsis: Kyrian, príncipe y heredero de Tracia por nacimiento, es desheredado cuando se casa con una ex-prostituta contra los deseos de su padre. El bravo general macedonio, traicionado por la mujer a la que tanto ama, venderá su alma a Artemisa para obtener su venganza, convirtiéndose así en un cazador oscuro. Amanda Deveraux es una contable puritana que sólo ansía una vida normal. Nacida en el seno de una familia numerosa y peculiar, tanto sus ocho hermanas mayores como su madre poseen algún tipo de don, una de ellas es una importante sacerdotisa vodoo, otra es vidente, y su propia hermana gemela es una caza-vampiros. Cuando su prometido la abandona después de conocer a su familia, Amanda está más decidida que nunca a separarse de sus estrambóticos parientes. Pero todo se vuelve en su contra y, tras hacer un recado para su gemela, se despierta en un lugar extraño, atada a un ser inmortal de dos mil años y perseguida por un demonio llamado Desiderius. Por desgracia para ellos, Desiderius y sus acólitos no son el único problema que deben enfrentar. Kyrian y Amanda deben vencer ahora la conexión que los une; un vínculo tan poderoso que hará que ambos se cuestionen la conveniencia de seguir juntos. Aún más, él sigue acosado por un pasado lleno de dolor, tortura y traición que le convirtió en un hombre hastiado y desconfiado. Cuanto más descubre de su pasado, más desea Amanda ayudarle y seguir con él y darle todo el amor que merece...



La autora dice: Este libro es completamente propiedad de Sherrilyn Kenyon. Es el 4º libro de la serie Dark Hunter. Yo lo publico sin ningún tipo de interés económico, solo para que podamos disfrutar de esta increible historia.. y para que la temperatura suba!






CAPÍTULO 5

Después de que Kyrian se marchara, Amanda llamó a Tabitha y la tranquilizó, asegurándole que se
encontraba a salvo. Se dio una ducha rápida y se vistió con una sudadera y unos pantalones deportivos de Grace. Cuando ésta y los niños se retiraron para dormir, ella se sentó en el sofá con un plato de es-
paguetis.

Julian salió de la cocina y le ofreció una Coca-Cola antes de sentarse en uno de los sillones.

–Bien –dijo–, ¿por dónde empiezo?

Amanda no tuvo que pensarlo.

–Por el principio. Quiero saber exactamente qué es un Cazador Oscuro y qué son los Daimons. De

dónde vienen los apolitas y qué relación hay entre todos ellos.

Julian soltó una carcajada.

–Vas directa al grano, ¿verdad? –Mientras giraba el vaso de té helado entre las manos pareció sope-
sar la mejor forma de contestar sus preguntas–. En momentos como éste me gustaría que la Kynigos-
taia de Homero hubiese sobrevivido al paso del tiempo.

–¿Kyni qué?

Él se volvió a reír y tomó un sorbo de té.

–Recogía el nacimiento de los Kynigstosi, los Cazadores Oscuros, y podría haber respondido a la ma-
yoría de tus dudas. Narraba con detalle el nacimiento de las dos razas que una vez dominaron la tierra: los humanos y los apolitas.

Amanda asintió brevemente.

–De acuerdo. Sé de donde vienen los humanos, pero no sé nada de los apolitas.

–Hace eones, Apolo y Zeus caminaban por la ciudad de Tebas cuando, de repente, Zeus declaró la
grandeza de la raza humana y la llamó «el pináculo de la perfección terrenal». Apolo soltó un bufido y
dijo que podía mejorarse en muchos aspectos. Se jactó de poder crear fácilmente una raza superior y
Zeus lo retó a que lo hiciera. Así es que Apolo buscó una ninfa que estuviese de acuerdo en dar a luz a sus hijos.

»En tres días nacieron los primeros apolitas. Tres días más tarde esos niños habían alcanzado la ma-
durez y tres días después estaban preparados para ser los regentes de la tierra.

Amanda se limpió los labios con la servilleta.

–Entonces, los apolitas son los hijos de Apolo. Lo he pillado. ¿Y por qué algunos de ellos se convier-
ten en Daimons?

–¿Por qué no te esperas? Soy yo el que está contando la historia –le dijo Julian pacientemente, con

la misma voz que Amanda suponía que usaba con sus alumnos de la facultad–. Puesto que los apolitas nacieron con un intelecto, una belleza y una fuerza superiores a los de los humanos, Zeus los envió a vivir a la isla de la Atlántida, donde esperaba que vivieran en paz. No sé si has leído los Diálogos de Platón...

–No te ofendas, pero me pasé toda la carrera evitando las asignaturas de letras...

Julian sonrió.

–Da igual. De todos modos, la mayoría de lo que Platón escribió acerca de la Atlántida es cierto. Eran
una raza agresiva que quería dominar la tierra y, como broche final, también el Olimpo. A Apolo no le importaba ya que, una vez cumplidos sus propósitos, él se convertiría en el dios supremo.


Amanda supo a dónde llevaba todo esto.

–Apuesto a que el viejo Zeus estaba contentísimo con esa idea.

–Estaba encantado –le contestó Julian irónicamente–. Pero no tanto como los pobres griegos que es-
taban siendo abatidos por los apolitas. Los humanos se dieron cuenta de que luchar no los llevaría a
ningún sitio, por lo que idearon un plan para que Apolo cambiara de bando. Eligieron a la mujer más
hermosa nacida entre la raza humana, Ryssa y se la entregaron a Apolo como amante.

–¿Era más hermosa que Helena de Troya?

–Todo esto sucedió muchísimo antes de que Helena naciera y, sí, según las crónicas ella era la mujer
más hermosa que el mundo ha visto jamás. De cualquier forma, Apolo –siendo como es...– no pudo resistirse a Ryssa. Se enamoró de ella y, finalmente, la mujer quedó embarazada. Cuando la reina de los apolitas escuchó lo que sucedía, se enfureció tanto que envió a un grupo de asesinos para que acabaran con la vida de la madre y del niño. La reina dio instrucciones a sus hombres para que el crimen pareciera ser el ataque de un animal salvaje, de modo que Apolo no se vengara de los apolitas.
Amanda soltó un silbido e imaginó lo que ocurrió después.

–Apolo lo descubrió.

–Exacto, y no le sentó muy bien. No sé si sabrás que Apolo es también el dios de las plagas. Destru-
yó la Atlántida y hubiese destruido a todos y cada uno de sus habitantes si Artemisa no lo hubiera detenido.

–¿Y por qué lo hizo?

–Porque los apolitas eran carne y sangre de Apolo. Destruirlos hubiese significado acabar con el pro-
pio dios y eso habría supuesto el fin del mundo tal y como lo conocemos.

–¡Vaya! –exclamó Amanda con los ojos abiertos de par en par–. Qué desastre. Menos mal que lo de-
tuvo.

–Eso pensó el resto del panteón griego. Pero Apolo quería vengarse. Y lo hizo. Prohibió a los apolitas caminar bajo la luz del sol para no tener que verlos nunca más y recordar su traición. Puesto que habían intentado hacerle creer que Ryssa había sido atacada por un animal salvaje, les dio características animales: colmillos, sentidos muy desarrollados...

–¿Y la velocidad y la fuerza?

–Ya la tenían; junto con las habilidades psíquicas que Apolo no pudo quitarles.

Amanda frunció el ceño.

–Pensaba que los dioses podían hacer cualquier cosa que se les antojase. ¿No consiste en eso lo de

ser dios?

–No siempre. Tienen leyes a las que atenerse, igual que nosotros. Pero en el caso de los poderes
psíquicos es diferente; una vez ese canal se abre no puede volver a cerrarse. Por eso Apolo no pudo quitarle a Cassandra el don de la adivinación del futuro cuando ella lo rechazó. Lo que hizo fue enmarañarlo todo, de modo que nadie creyera en sus profecías.

–¡Claro!, eso tiene sentido –dijo Amanda antes de beber un sorbo de Coca-Cola–. Vale, entonces los
apolitas tienen poderes psíquicos, son muy fuertes y, además, no resisten la luz del sol. ¿Y lo de beber sangre? ¿Lo hacen o no?

–Sí. Beben sangre, pero sólo si proviene de otro apolita. De hecho, a causa de la maldición de Apolo,
están condenados a alimentarse los unos de los otros cada pocos días para no morir.

–¡Puaj! –exclamó ella arrugando la nariz–. Eso es asqueroso –dijo, temblando ante la mera idea de
tener que vivir de ese modo–. Algunos de ellos beben sangre humana, ¿no es cierto?

Julian vaciló antes de contestar.

–No exactamente. Si se convierten en Daimons, beberán de los humanos; pero no es la sangre lo
que buscan... es el alma.

Amanda alzó una ceja y sintió un escalofrío en la espalda. Kyrian no había estado bromeando en ese
aspecto. Genial.

–¿Y por qué necesitan robar nuestras almas?

–Los apolitas sólo viven veintisiete años. El día de su vigésimo séptimo aniversario mueren de forma
lenta y dolorosa; sus cuerpos se desintegran, literalmente, y se convierten en polvo en un plazo de veinticuatro horas.

En esta ocasión, Amanda hizo un gesto de dolor.

–Eso es horrible. Supongo que la moraleja de la historia es que no hay que cabrear al dios de las
plagas.

–Sí –contestó Julian sombríamente–. Para evitar su destino, la mayoría de los apolitas se suicidan el
día anterior a su cumpleaños. Otros deciden convertirse en Daimons. Como tales, burlan la sentencia de muerte apropiándose de almas humanas y manteniéndolas en sus cuerpos. En tanto las almas humanas vivan en su interior, podrán seguir existiendo. Pero el problema reside en que el alma de un humano no puede vivir mucho tiempo en el cuerpo de un apolita, y comienza a morir casi en el mismo instante en que es robada de su verdadero dueño. Como resultado, los Daimons se ven obligados a perseguir y matar humanos cada pocas semanas para poder seguir viviendo.

Amanda era incapaz de imaginarse el tormento que debía suponer ser asesinado por un apolita y
perder no sólo la vida, sino también el alma.

–¿Qué sucede con las almas que mueren?

–Están perdidas para siempre. Por eso existen los Cazadores Oscuros. Su trabajo consiste en buscar
a los Daimons y liberar las almas antes de que expiren.

–¿Y lo hacen de forma voluntaria?

–No, más bien son obligados.

Amanda lo miró, ceñuda.

–¿Obligados de qué forma?

Julian bebió otro sorbo de té y miró al suelo con una expresión extraña. Daba la sensación de estar
recordando su pasado. Algo doloroso.

–Cuando alguien sufre una horrible injusticia –explicó en voz baja–, su alma grita tan fuerte que el
sonido llega hasta el Olimpo. Si Artemisa lo escucha, se acerca a la persona que acaba de gritar y le
ofrece un trato: un solo Acto de Venganza en contra de aquellos que hicieron el mal y, a cambio, ella
obtiene un juramento de lealtad y un nuevo integrante para su ejército de Cazadores Oscuros.

Amanda respiró hondo intentando procesar toda la información.

–¿Y tú cómo sabes todo esto?

Julian alzó la cabeza y la abrasó con su intensa mirada.

–Porque mi alma gritó así el día que mis hijos murieron.

Ella tragó saliva al observar el odio y el dolor que reflejaban los ojos de Julian. Eran tan evidentes
que hasta ella se sentía embargada por el sufrimiento.

–¿Fue Artemisa hasta ti para ofrecerte el trato?

–Sí, pero la rechacé.

–¿Y por qué?

Julian apartó la mirada.

–Mi venganza iba dirigida a otro dios y sabía que ella no podía permitirlo.

Amanda sabía que Julian había estado atrapado en un pergamino, conocía muy bien su historia, pero
ahora le interesaba más Kyrian.

–Kyrian vendió su alma a cambio de poder vengarse de su esposa, ¿verdad?

Él asintió.

–Pero no lo juzgues muy duramente.

–No lo hago –le dijo ella con honestidad. No sabía qué le había ocurrido a Kyrian y, hasta que no lo
averiguara, no podía juzgarlo responsable de nada–. Dime una cosa, Julian, ¿hay algún modo de que un Cazador Oscuro recupere su alma?

–Sí, pero casi nadie lo ha conseguido. La prueba es diferente para cada uno de ellos.

–Lo que significa que no puedes decirme el modo de liberar a Kyrian.

–Lo que significa que no tengo la más remota idea de cómo liberar a Kyrian.

Amanda asintió y cambió el rumbo de sus pensamientos.

–¿Los Cazadores Oscuros también tienen que beber sangre?

–No. Puesto que en un principio eran humanos, no tienen necesidad de hacerlo. Además, si tuviesen
que preocuparse de alimentarse de ese modo, sus habilidades para detectar a los Daimons se verían
afectadas.

–¿Y entonces por qué tienen colmillos?

–Para poder detectar a los Daimons y darles muerte se les otorgaron las mismas características que
a éstos. Los colmillos van en el paquete.

Amanda no tuvo problemas en entenderlo.

–¿Por eso les resulta mortal la luz del sol?

–Más o menos. Pero en el caso de los Cazadores Oscuros es más una consecuencia de servir a Arte-
misa, que es la diosa de la luna, y de resultar abominables para Apolo.

–Pero eso no parece justo.

–Los dioses rara vez lo son.

Horas más tarde, Kyrian permanecía sentado en su coche, maldiciendo el rumbo traicionero de sus
pensamientos. Todavía podía ver a Amanda. Escuchar el sonido de su dulce y suave voz. Sentirla contra su cuerpo mientras le acariciaba el pecho.

Habían pasado siglos desde que deseara a una mujer de ese modo. Creía que esa parte de sí mismo
había quedado olvidada el día que se convirtió en un Cazador Oscuro. Según pasaban los siglos, había
ocasiones en que sentía un ligero interés por una mujer, pero había aprendido a controlarlo. A enterrarlo.

Pero todas esas necesidades, olvidadas hacía tanto, habían despertado con las caricias de una hechi-
cera que estaba resultando ser letal para su cordura. Su recuerdo lo distraía. Lo atormentaba.

La deseaba de un modo que rayaba la desesperación.

¿Por qué? ¿Qué tenía Amanda que él anhelaba tanto? No sabía nada de ella, excepto que poseía un
gran sentido del humor y que bajo su fuego se ocultaba una dulzura increíble.

Y la deseaba como jamás había deseado a una mujer. Ni siquiera a su esposa.

No tenía sentido.

Apagó el motor antes de bajarse del coche y entrar en casa. Arrojó las llaves sobre la encimera de la
cocina y se detuvo. La casa estaba en completo silencio, excepto por los sonidos que llegaban del piso
superior.

Kyrian atravesó las habitaciones oscuras y subió la escalera de caoba tallada hasta llegar a la segun-
da planta y detenerse ante la puerta de su despacho. Un haz de luz se derramaba sobre la alfombra
persa, por debajo de la puerta cerrada.

Sin hacer ruido, giró el picaporte y abrió la puerta.

–Nick, ¿qué coño estás haciendo aquí?

Lanzando una sonora maldición, su Escudero se levantó de la silla giratoria de un salto. Kyrian tuvo
que reprimir una carcajada al ver a ese hombre de un metro y noventa y dos centímetros dispuesto a
matarlo. Los ojos azules de Nick lanzaban fuego y un músculo palpitaba en su mandíbula, firmemente
apretada. El joven se mesó la melena castaña que le caía hasta los hombros.

–¡Jesús, Kyrian! ¿Es que nunca vas a aprender a hacer ruido cuando te mueves? Me has dado un
susto de muerte.

Kyrian se encogió de hombros con indiferencia.

–Pensaba que te irías a casa temprano.

Nick enderezó la silla y se sentó de nuevo, tomando impulso para colocarse de nuevo tras el escrito-
rio.

–Tenía intención de hacerlo, pero quise terminar la investigación sobre Desiderius.

Kyrian sonrió. Nick Gautier podía ser un listillo impetuoso y un coñazo la mayor parte del tiempo, pe-
ro se podía confiar en él. Por eso lo había elegido como Escudero y lo había introducido en el reino de los Cazadores Oscuros.

–¿Algo nuevo?

–Podría decirse que sí. He descubierto que tiene doscientos cincuenta años.

Sorprendido, Kyrian alzó una ceja. Que él supiera, ningún Daimon había vivido tanto.

–¿Cómo es posible?

–No lo sé. Todos los Cazadores Oscuros que van tras él acaban muertos. Parece que a tu amiguito

Daimon le gusta haceros sufrir. –Volvió a mirar el monitor–. No hay nada en la base de datos de Acheron sobre su modus operandi y cuando hablé con Ash hace ya un rato me dijo que no tenía ni idea de dónde procedía Desiderius ni de qué buscaba. Pero lo estamos investigando.

Kyrian asintió.

–¡Ah, por cierto! –dijo Nick mirándolo por encima del hombro–. Estás hecho un desastre.

–Ya lo sé, todos os empeñáis en decirme lo mismo.

Nick sonrió hasta que se fijó en la ropa de Kyrian.

–¿Por qué no llevas tu uniforme de tipo-malo-mata-Daimons?

Kyrian no estaba de humor para explicárselo.

–Hablando de eso, necesito que me compres un abrigo de cuero hoy.

La sospecha oscureció los ojos azules de Nick.

–¿Por qué?

–El viejo tiene un agujero en el hombro.

–¿Y eso?

–Me atacaron. ¿Por qué si no?

Nick no pareció muy contento con las noticias.

–¿Estás bien?

–¿Qué aspecto tengo?

–Horrible.

No había modo de esconderse de Nick.

–Estoy bien. ¿Por qué no te vas a una de las habitaciones de invitados a dormir? Ya son las cuatro
de la madrugada.

–Dentro de un rato. Primero quiero dejar esto acabado. Además, estoy a punto de descubrir qué hizo
Sundown para cabrear a Ash.

Kyrian escuchó el sonido que avisaba a Nick de que tenía un nuevo mensaje en el ordenador.

–Dile a Jess que deje de burlarse de Ash si no quiere acabar chamuscado.

Nick frunció el ceño.

–¿Jess?

–El verdadero nombre de Sundown es William Jessup Brady. Creía que lo sabías.

Nick soltó una carcajada.

–Joder, no. Pero conozco a unos cuantos escuderos que pagarían bastante por saberlo –dijo con una
mirada especulativa–. Rogue tampoco es el verdadero nombre de Rogue, ¿verdad?

–No. Se llama Christopher «Kit» Baughy.

Nick soltó una risilla satisfecha.

–Eso sí que me reportaría serios beneficios.

–No –le corrigió Kyrian–. Eso te reportaría una buena patada en el culo si Rogue descubre que lo sa-
bes.

–Tú ganas. Lo guardaré en el archivador de chantajes, para cuando necesite que un Cazador Oscuro
me haga un favor.

Kyrian meneó la cabeza. El chico era incorregible.

–Hasta la noche.

–Vale, que descanses.

Kyrian cerró la puerta y cruzó el largo pasillo que llevaba hasta su cuarto. La enorme y suntuosa ha-
bitación, de colores oscuros y relajantes que no herían los ojos, le dio la bienvenida. Nick había encendido las tres velas del pequeño candelabro de pared y el suave resplandor creaba sombras sobre el papel color borgoña.

Esa estancia era el santuario donde Kyrian se ocultaba de la luz del día.

Había ordenado que sellaran las ventanas y las cubrieran tan pronto como compró la antigua casa
colonial de estilo neoclásico. Ningún Cazador Oscuro dormiría en un lugar donde el sol pudiera penetrar accidentalmente.

Se quitó la ropa y se tumbó en la enorme cama en la que dormía desde el siglo XIV, pero su mente
insistía en seguir dándole vueltas a sus tribulaciones.

Desiderius le había dado esquinazo y, durante los próximos días, estaría fuera de su alcance.

Joder.

No podía hacer nada. Excepto esperar y estar preparado en el momento en que Desiderius emergie-
ra. Al menos estaba tranquilo porque sabía que el Daimon iría primero a por él. Eso le daría algo más de tiempo para mantener a salvo a Amanda y a Tabitha.

Amanda.

El nombre flotaba en su mente, junto con el recuerdo de sus brillantes ojos azules. La entrepierna se
le tensó al instante bajo las frescas sábanas de seda. Gruñó al sentir el dolor del deseo no saciado.

–No es mía –murmuró.

Y, por todos los dioses del Olimpo, jamás lo sería, sin importar lo mucho que lo deseara su destroza-
do corazón.




miércoles, 30 de diciembre de 2015

El comienzo de una nueva vida * Capítulo 27

Summary: Bella trabaja para Edward un antiguo compañero de clase que fue muy especial y es novia de Jacob. ¿Qué sucederá?
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Este fic es completamente propiedad de Mari del blog http://sangreyhielo.com.es 
Los personajes son propiedad de la espectacular Meyer.
Tengo permiso de la autora para publicar su historia en mi humilde rincón que es este blog.
Dicho todo esto, espero que la disfruten!^^
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CAPÍTULO 27: Una nueva semana. Relatado por Bella

Cuando comí Edward y yo recogimos la cocina y subimos a nuestro dormitorio

-¿Cómo estas cariño? ¿Estas cansada?.- me pregunto Edward sentándose a mi lado en el sillón que teníamos en el dormitorio

-No, hoy no estoy cansada.- le conteste quitandome los zapatos para subir los pies al sofá

-Pues yo si fuera humano si estaría, hemos estado toda la mañana de junta con los casos que hay y varios que han llegado nuevos.- me siguió hablando

-¿Y esta tarde que es lo que tenéis que hacer?.- le pregunte mirándolo

-Pues vamos a recibir a un cliente que nos va a nombrar abogados de sus empresas

-Edward hora de irnos.- grito Emmett desde la planta de abajo

-Voy .- le contesto Edward a Emmett mientras yo me ponía los zapatos y bajamos a reunirnos con los demás.

Jasper, Emmett y Edward se despidieron y se marcharon a la oficina, mientras que Carlisle se despedia de nosotras también y se iba a su despacho

-Bueno creo que debemos de ponernos con las flores para dejarlo todo listo¿ no creéis?.- nos dijo Alice poniendo flores y catálogos sobre la mesa del comedor

-Si claro.- Contestamos Esme, Rosalie y yo sentándonos con Alice en la mesa

Vimos muchas combinaciones distintas de colores y olores y de cómo ponerlas. Decantandonos finalmente con orquideas rosas con pillanovias para los centros de las mesas en unos jarrones ovalados y con rosas champán  y orquideas rosas y blancas para el altar y el resto de la decoración del lugar en el que se iba a celebrar la ceremonia

EDWARD POV

-Edward se te nota tenso ¿es que tienes problemas con Bella?.- me pregunto Jasper examinando mi mirada, mientras íbamos hacia la oficina

-No tengo problemas con Bella, todo va bien

-Entonces ¿estas tenso por la boda?.- me pregunto Jasper a la vez que llegábamos a la oficina

-Tendrá miedo de que Bella lo deje plantado en el altar.- nos dijo Emmett riéndose sonoramente entrando a la oficina

-Emmett guardate las bromitas ¿si?.- le dije comenzando a enfadarme con el

-Vale, hermanito tranquilo, no te gasto mas bromas

-Bien, haber si es verdad.- le dije estando ya en la sala de juntas

-Entonces Edward ¿nos vas a decir porque estas tenso para ver si te podemos ayudar o no?.- me dijo Jasper sentándose junto a mi

-Lo siento pero me da vergüenza decir lo que me tiene tenso ¿vale?

-Yo ya se lo que te tiene tenso, que Bella y tu estáis en abstinencia, sequia….como tu quieras decirle hermanito ¿verdad?.- me dijo Emmett sentándose a mi lado y dandome una palmadita en el hombre

-Pues si es eso, pero es porque cuando nos vamos al dormitorio se ve tan cansada que temo que  me rechace.- les dije sin mirarlos

-Pues hermanito yo cuando me tenso porque Rose me castiga sin sexo me meto en la ducha…- comenzo a decirme Emmett.

-Emmett ya he probado el agua fría y no funciona, además con la poca ropa con la que duerme no ayuda mucho a que me relaje y no piense

-No es agua fría lo que te iba a decir, lo que te decía es que me meto en la ducha y me imagino con Rose, con sus manos por mi cuerpo….

-Vale Emmett no necesito mas detalle, ni mas imágenes.- le dije viendo en su mente como hacia hasta llegar al climax

-Edward yo no he tenido que recurrir a eso que dice Emmett, ya que Alice siempre sabe cuando quiero estar con ella y mi don ayuda mucho a que no se niegue, pero es una buena idea con tal de que no estés tan tenso.- me dijo Jasper mirándome

-Bueno ya veremos que hago, ahora vamos a trabajar que ya es casi la hora de irse

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Nos llevo toda la tarde elegir las flores.
Así que cuando terminamos comí un poco de fruta para que cuando llegara Edward hubiera echo la digestión para poder ducharme y evitar que sucediera la visión de Alice, ya que estando yo el no tenia que recurrir a nada.
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martes, 29 de diciembre de 2015

Puddle Jumping * Capítulo 13

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 13

La sangre se apresuró a mi rostro y me aferré a su mano, preguntándole silenciosamente si podíamos regresar a su casa. Me sentí viva... tan malditamente viva y emocionada por regresar a su hogar. No me importó nada de lo que acababa de pasar. Así como así. 

La noche era fría pero clara, y recuerdo vívidamente mirar las estrellas, con mi pecho subiendo y llenándose hasta casi estallar por lo mucho que lo amaba. Lo amaba con un dolor físico en mi pecho. 

¿El amor? A veces es tan grande que duele.

Una vez de regreso en la casa, puse a recalentar la comida porque imaginé que necesitaríamos la energía para lo que planeaba para más tarde. Y mientras esperábamos, busqué en sus canales una película o algo así. Dejándola en una que lucía romántica de una manera extraña, ordené y serví la comida, haciéndonos un pequeño picnic en el suelo. Mi ramillete se hallaba justo al lado de nosotros y me gustaba la forma en que se sentía. Correcto.

¿Pero la película? Fue probablemente la peor segunda cosa de la noche.

La verdad era que no tenía idea de qué se trataba. Apenas había oído de ella y ninguno de mis amigos comentó haberla visto. ¿Cómo se suponía que supiera?

No fue hasta que estábamos a punto de terminar de comer que me di cuenta que el protagonista tenía Asperger. 

Para entonces Edward estaba fascinado, con su atención puesta en la película y su ceño fruncido conforme observaba. Me asombraba la protagonista femenina. 

A veces era fría, y otras veces estaba irritada. Pero me sentí muy representada con ella, y era... extraño. Nuestra comida se enfrió y ninguno habló mientras que la película avanzaba, pero pude sentir la tensión en la habitación elevándose.

—Puedo apagarla... —comencé, pero Edward negó con la cabeza, encantado.

—Me gustaría terminarla.

Me sentí como si estuviera conteniendo la respiración todo el tiempo y conteniendo las lágrimas, puesto que estas personas eran mayores... y... no había ningún final al estilo Hollywood. Sólo la realidad. La realidad de amar a alguien que bien podría nunca, jamás amarte con la misma fuerza.

Pero Edward podría, ¿cierto? Éramos diferentes. Teníamos que serlo. Él podía explicar las cosas muy claramente y mostrar su afecto en otras formas, pero no había nada que me hiciera dejar de amarlo. Me sentía segura de ello. 

Los créditos comenzaron y permanecí en un aturdido silencio, debido a que no hubo un final feliz.

No hubo ningún final feliz.

Ninguno.

Necesitaba ese final feliz.

El silencio era arrollador mientras limpiaba los platos y los dejaba en la arandela.

—Voy a alistarme para ir a la cama. —Edward desapareció, yéndose a su habitación para comenzar su rutina y me debatí entre si ir o no.

Lo que acabábamos de ver se reprodujo en mi mente.

No quería eso para nosotros.

No pude permitirme regodearme con estos pensamientos. En vez de eso, me concentré en subir las escaleras hasta su habitación. Estaba en la ducha cuando llegué allí y, por un momento, me detuve.

Hasta que llamó mi nombre.

—¿Bella?

—Sí, estoy aquí. —Entré al baño y me senté en la taza del baño, agobiada por mis pensamientos y emociones, e incapaz de pensar con claridad.

—¿Te bañarías conmigo?

La cortina del baño se movió ligeramente y asomó su cabeza, con el agua corriendo por su rostro y cayendo desde su barbilla mientras me miraba fijamentesentada allí. Tan preocupado como pudiera estar, lucía como si lo estuviera, y odiéverlo así. Algo en la manera en que me miró tiró de mi corazón, y hasta la última expectativa que tuviera para la noche se fue por la ventana.

—¿Estás enojada? ¿No te gustó la cena?

—Sí me gustó —contesté en voz baja. No sabía por qué estaba enojada. Se sentía como si me estuviera conteniendo.

En lugar de desnudarme y ponerme una ridícula lencería para seducirlo, me levanté y quité el vestido y entré en la ducha, situándome debajo del cálido rocío del agua para simplemente... sostenerlo. En un húmedo abrazo. Así él no podía notar la diferencia entre el agua que caía y las lágrimas que fluían en silencio.

Ni siquiera me importó la posibilidad de tener que explicarles a sus padres por qué mi cabello estaba húmedo para cuando llegaran a casa. 

* * *

No soy de las que se rinden. Ni siquiera un poco.

Es decir, si fuera fumadora y necesitara dejarlo, eso sería otra cosa. Pero,¿con Edwad? Nunca.

Sólo porque dos personas en una película no pudieron hacer que funcionara no significaba que lo nuestro acabaría igual. No iba a rendirme aún.

Entonces, a la siguiente semana, me dio una nueva noticia: tenía trabajo.

Estuve más sorprendida que el resto.

Había ido a recogerlo y la señora Cullen me lo dijo, explicando la situación y preguntándome si me importaría llevarlo al trabajo después de nuestra última clase del día.

Al parecer, la noche de nuestra visita al museo en San Valentín, Edward habló con el conservador y había una práctica abierta con la que mi novio aceptó hacer. Sólo así. De inmediato. Su profesor de las clases interpersonales había estado hablando de trabajos, y Edward no le veía el problema. Era exactamente lo que él amaba hacer.

Por supuesto, lo habló con sus padres, pero no conmigo. Y odiaba eso, pero no había nada que pudiera hacer. No es como si no se preocupara o pensara en mí. 

Siempre era mi opinión por la que discutía con ellos, y así era como funcionaba. Él respetaba a sus padres y eran los que tenían la última palabra en cada decisión queél había tomado alguna vez. 

No pensé que llevarlo desde y hasta el trabajo sería algo con lo que mis padres estarían de acuerdo. Entrar y salir de la ciudad con tanta frecuencia no le sentó bien a mi padre.

Al final, no podía ser capaz de hacerlo, así que la señora Cullen comenzó a recogerlo cada día después de la escuela. Lo que significó que teníamos menos tiempo a solas, debido a que los pocos minutos que teníamos en el auto hasta y desde la escuela siempre habían sido nuestro tiempo especial. Y el almuerzo no contaba. Ni tampoco Literatura. Quería estar a solas con él.

Luego de dar inicio a su pasantía, solamente nos veíamos en la mañanacamino a la escuela y en nuestros casilleros. Para cuando llegaba a casa en la noche, con su nuevo horario, encontraba difícil adaptarse a los cambios en su rutina y entendí con rapidez que tenía que dejar de presionar el tema. Se irritaba con más facilidad y, en vez de permitir que mis sentimientos salieran heridos, hice algo 
completamente diferente.

Comencé a trabajar de niñera de nuevo.

La verdad es que no estoy segura de por qué lo hice. Tal vez no ser capaz de ver a Edward me hizo sentir sola. Tal vez sólo necesitaba demostrarme a mí misma que otras cosas podían interesarme, aparte de él. Mi madre me había comentado unas cuantas veces que quizá debería pasar más tiempo con mis otros amigos o encontrar un pasatiempo. En su lugar, elegí trabajar. Probablemente fue estúpido, pero no había cuidado a los gemelos con tanta frecuencia desde que comenzamos a salir, y era dinero fácil después de clases. 

Me dio tiempo para aclarar mi mente cuando me ponía ansiosa respecto anuestra relación. Sabía que podría verlo cada mañana. Simplemente teníamos que esperar nuestro momento hasta entonces. Estar ocupada ayudaba a que el tiempo pasara más rápido. Las llamadas de mis amigos funcionaban, pero salir con una pareja sólo me ocasionaba extrañarlo más. 

Se había hecho amigo de unos cuantos practicantes y hablaba de ellos de vez en cuando, pero nunca llegamos a conocernos, ya que estaba demasiado ocupado. 

La socialización adicional añadió más estrés a su ya repleto horario de artes y escuela, además de sus clases interpersonales y yo. Pero notaba algunos cambios buenos en él, por lo que valía la pena.

Comenzó a observar a las personas más de cerca, y podía asegurar que él intentaba usar ciertos gestos o frases que probablemente los otros practicantesutilizaban. Y aunque yo había sido el catalizador en su travesía para que fuera más social, al menos de acuerdo a su madre, la pasantía fue lo que realmente lo sacó de su cascarón. Tal vez fue porque los demás practicantes eran chicos, también. O tal vez fue por el hecho que hablaba de artes todo el día: lo comía, respiraba y vivía.

Fuera lo que fuese, me alegraba. Sin importar lo mucho que le extrañaba. 

Esto era lo que quise desde el primer día.

Aún nos enviábamos correos cuando podíamos. Todavía nos veíamos todo el tiempo posible. Pero la extrema diferencia del momento inicial en que habíamos estado juntos, aparentemente pegados a la cadera, a los momentos esporádicos que teníamos en ese momento, fue una transición difícil.

Para mí.

Si le era difícil estar lejos de mí, no lo habría sabido. Cayó en su rutina y sin más siguió con ella como si fuera simplemente una progresión natural.

Nuestra relación física disminuyó un poco, ya que apenas teníamos tiempo privado para nosotros, a excepción en el auto. Hubo algunos días en los que habíamos estado conduciendo a la escuela y su mano deambulaba por mi pierna, y me debatí si saltarme o no el primer periodo sólo para tener alguna interacción con él. Desde luego no quería que la escuela llamase a sus padres porque llegaba tarde o estaba ausente, pero... maldita sea. Lo extrañaba. 

Por un tiempo, mi conciencia me ganó y me orgullecía por decidir seguir conduciendo hasta llegar a la escuela, donde nos besábamos durante unos minutos antes de dirigirnos a nuestros casilleros. Pero... no siempre fui tan fuerte. De hecho, a veces comenzaba a recogerlo unos minutos antes, sólo para darnos la opción de encontrar un camino lateral para estacionarnos.

No tenía ni idea de lo mucho que ansiaba su toque. Tan sólo escuchar su voz, sin importar sus palabras limitadas. Él se había convertido en mi todo con tanta rapidez, que no tuve tiempo de verlo suceder hasta que ya estuve perdida.

Estuve muy perdida. No tenía ni idea.

La semana antes del baile, había puesto mis ojos en todo. Me encontraba muy ocupada consiguiendo mi vestido y preparando las cosas, junto con el trabajo escolar y tratando de mantenerme al día con mis amigos y mi novio. Estoy segura de que estuve más desconectada de lo habitual, y el recorrido a la escuela con él a mi lado fue probablemente más tranquilo de lo que nos habíamos acostumbrado. 

Pero tenía muchas cosas en mi mente; no pensaba nada sobre eso.

Estábamos de camino a la escuela, pasando por uno de los pocos caminos laterales que habíamos reclamado como nuestro cuando nuestra necesidad de estar con el otro era demasiado para ignorarlo, cuando comencé una conversación.

—¿Tus amigos del museo van a ir al baile con sus novias?

La mano de Edward apretaba la mía un poco más fuerte de lo normal antes de que lo sintiera removerse en su asiento, y habló en voz alta en el auto silencioso. 

Colocando nuestras manos en mi regazo, hizo la pregunta más desgarradora que había escuchado—: Bella, ¿disfrutarías si nosotros...?

No voy a repetirlo. Pero probablemente capten el punto esencial. Es más o menos la tercera base. Está bien, es casi un jonrón.

El auto derrapó gracias a que mi pie golpeó el freno tan fuerte y de forma inesperada. Me estrellé contra el volante, golpeando con fuerza mis adoloridos senos, y lo miré al igual que Bambi observando a su madre siendo asesinada.

—¿Qué? —Estoy muy segura que esa fue mi respuesta elocuente—. Digo, ya somos bastante... físicos. —Estaba consciente de las cosas que habíamos hecho y las que no, y no debió haberme sorprendido que lo sugiriera, pero escucharlo decirlo era algo completamente diferente.

Se enderezó en el asiento y me miró por un instante. —Justin y Keith hablan mucho de sus novias y las cosas que hacen... —Luego entró en una diatriba muy fría sobre mis partes femeninas y lo que le sugirieron que les hiciera. Y también lo que les gustaba que sus novias les hicieran a ellos.

—Eh, sí. Entiendo lo que estás diciendo. —Intenté detenerlo con mi mano mientras trataba de evitar reírme, y morir al mismo tiempo. Conduje un poco, considerando mi próxima frase meticulosamente. Deteniéndome en una extensión desolada de calle rodeada de árboles, apagué el motor y me volteé en mi asiento para evaluarlo.

Definitivamente íbamos a llegar tarde esa mañana.

En verdad, nunca habíamos hablado mucho respecto a esa parte de nuestra relación; había sucedido naturalmente, pero supongo que escuchar de eso viniendo de dos personas que él consideraría "neurotípicos" lo había hecho enfocarse en eso mucho. Mucho, mucho.

—¿Es algo que te gustaría hacer?

Sus ojos observaban por la ventana a medida que pensaba. —He visto cosas antes. Aunque no estoy del todo seguro de cuál es el punto.

Así que había estado viendo videos.

¿Ves? Igual que un chico normal, después de todo.

—Supongo que es porque se siente bien. Como cuando te toco mientras nos besamos.

Sonrisa pícara. Por supuesto que sí.

—De verdad no es necesario, ¿sabes? No es algo que las personas tienen que hacer para demostrar su cariño. 

En ese momento, no sabía por qué intentaba convencerlo de lo contrario.

Tal vez, en el fondo lo sabía.

—¿Edward?

Me observó con aquellos ojos, y sus labios se veían tan suaves, y su rostro estaba tan confundido.

—¿Te... te gustaría hacerlo? Es decir, no tenemos que hacerlo.

Lo amaba. Quería hacerlo. Pero sólo si él quería.

Él tenía que querer hacerlo. No por otra razón, que fuera su decisión.

Su sí fue dudoso. Se veía inseguro y seré honesta, yo también lo estaba.

—Sí.

—¿Sí?

—Sí.

Y entonces mi ansiedad empezó a notarse. 

¿Y si era un mal movimiento?

Yo podía ser, muy, muy, pero muy mala en eso. 

Comencé a entrar en pánico.

Se tomó unos segundos para aceptar su respuesta y después de un par de respiraciones profundas, me miró a los ojos por un segundo. Luego asintió, y estábamos en silencio mientras nos trasladábamos desde los asientos delanteros hasta los traseros. 

Estaba un poco intimidaba.

Bueno, mucho.

—Sólo dime si es demasiado o si no se siente bien, ¿de acuerdo?

Sabía que sería honesto. Ese no era el problema. El problema era que nunca antes lo había hecho.

Me tomé mi tiempo pero él estaba temblando, con sus ojos medio cerrados y los labios temblando ligeramente por debajo de sus mejillas enrojecidas. Su pecho subía y bajaba con ritmos erráticos, y me preparé para cuando me pidiera que me detuviera. Pero no lo hizo.

Después de unos minutos, me preocupé y alcé la vista de nuevo para ver su rostro fruncido con ansiedad. Así que me detuve.

—¿Debería hacer algo diferente?

Cerró sus ojos y llevó sus puños a su frente en señal de angustia. 

—Demasiado —suspiró—. No puedo... no puedo... —Y ese fue el instantedonde comenzó a molestarse. No lo había visto alterarse mucho anteriormente, a excepción de la víspera de navidad, pero este parecía más grande. Se sofocaba con las palabras acerca de cómo se sentía y cómo su cuerpo estaba reaccionando, que se sentía bien pero a la vez no, y no era igual que las otras cosas que habíamos hecho.

—Está bien —le dije, haciendo a un lado las sensaciones que experimentaba al escucharlo—. Podemos detenernos. No tenemos que hacerlo —le prometí.

La verdad era que me sentí como un fracaso.

Pero no se trataba de mí.

Comenzaba a agitarse cada vez más, sacudiendo su cabeza de un lado aotro, apretando sus ojos con fuerza y presionando sus puños en el techo del auto. 

Las palabras saliendo de su boca eran dispersas, pero pude entender que lo que expresaba era que simplemente quería hacer las mismas cosas que el resto, y que le frustraba que fuera tan difícil para nosotros.

—No es tan difícil para otras personas. —Sus ojos estaban abiertos, y mirabapor la ventana, con sus manos presionadas contra el techo mientras respiraba con dificultad.

—¿Y qué? ¿Y qué si otras personas hacen estas cosas? No me importa. —

Comencé a extender los brazos para tocar su rostro, y luché contra las lágrimas que amenazaban con aparecer. Porque él tenía lágrimas en sus ojos, también—. No me importa lo que los demás hagan. Porque ninguna de esas otras personas eres tú.

Cerró sus ojos.

—Solamente te quiero a ti, pase lo que pase, ¿vale? Sólo tú y yo. El resto no importa.

Era cierto. Con todo lo que habíamos experimentado físicamente, no podía decir que realizar esa actividad en particular sería un motivo de ruptura. Él tenía mucho más que ofrecer que eso.

Me situé en su regazo y envolví mis piernas a su alrededor, introduciendo mis brazos detrás de su cabeza y presionando mi frente contra la suya. Hubo un minuto de silencio absoluto antes de que dejara de temblar. Antes de que sus manos descansaran contra el costado de mis piernas y las presionara más fuerte contra su cuerpo. Flexioné mis muslos y apreté sus caderas, escuchando como una ráfaga de aire escapaba de sus pulmones.

Y luego, lentamente, abrió sus ojos. 

—Eso hace desaparecer el ruido.

—¿Ah, sí? ¿Cuando te aprieto así? —lo hice de nuevo.

Asintió, permitiendo a sus parpados cerrarse.

—Lo tendré en mente —susurré, besándolo firmemente en la frente.

Sus manos empezaron a vagar por mi espalda y debajo de mi camisa, y soltó un largo y lento suspiro. —Eres mi tranquilidad, Bella.

Sacudiendo mi cabeza, murmuré—: Soy la que te hizo agobiarte, en primer lugar.

Sus dedos trazaron los lados de mi cintura. —Durante el tiempo que puedo recordar, has sido la única capaz de calmarme. 

—¿Cómo es eso posible siquiera? Cuando éramos niños, casi morí cada vez que estábamos juntos. Soy un desastre. Soy un caos.

—No —susurró—. Eres mi hermosa Bella. La que mejora todo en mi mundo. 

Ese día sentí que nos veíamos el uno al otro exactamente de la misma forma.
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domingo, 27 de diciembre de 2015

¿El amor caduca?




Hola mis amores!
Hoy vengo con esta reflexión, y es que ¿el amor caduca?

En menos de un mes, tres amigas mías, han roto con sus respectivas parejas. La verdad es que eran parejas de esas que pensaba que durarían para siempre y que iría a sus respectivas bodas... grave error.

No creo que el mes de diciembre se haya convertido en el mes del "fin del amor" oficial, así lo único que me queda suponer, es que su amor, esa chispa que apareció un día se terminó por apagar... pero mi duda es otra, esa "chispa" no desaparece de un día para otro, entonces? sigues con esa persona aunque ya no la amas? eres capaz de mirar cada mañana esa persona y decirle te quiero aunque en el fondo de tu ser sabes que no es así? somos capaces de hacernos ese daño y mentirnos de esa manera?

Porque no somos desde un principio completamente sinceros con nosotros mismos, y lo que sentimos?

Desde mi punto de vista, solo alargar esa situación de "no se como terminar con esto", solo sirve para perder el tiempo y hacer perder el tiempo a esa persona que esta a nuestro lado. Estas perdiendo días, meses... incluso años al lado de alguien que si, que quieres, pero que no amas. Y en realidad podrías utilizar ese tiempo buscando al amor verdadero, porque si, él existe! Y si fuéramos sinceros con nosotros mismos, aunque al principio doliera para la otra persona, porque si, duele, y mucho, le daríamos la oportunidad para buscar también el amor verdadero, porque todos tenemos el derecho de encontrar esa persona que seriamos capaces de cualquier cosa solo para que estuviera a nuestro lado.

Vosotros que pensáis mis amores?



sábado, 26 de diciembre de 2015

Iniciativa Seamos seguidores

Hola mis dulces lectores!
Hoy les traigo esta iniciativa que me encontré por casualidad, pero fue una casualidad agradable, de esas casualidades que gustan.
La propietaria de esta iniciativa es la dueña del blog Como salir del laberinto

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La idea de esta entrada es que nos ayudemos entre bloggers.
Esto es muy facil, consiste en que ustedes sigan mi blog y comenten esta entrada con el link a su blog y yo también los sigo. 
Después, ustedes se llevan esta imagen y esta explicación a una entrada en su blog para que otros bloggers los sigan y ustedes sigan a los que les comenten. 

No tienen que enlazar nada ni nombrar a ningún otro blog. 
Si quieren pueden poner esta imagen como banner, pero sería para que otros bloggers encuentren mas fácilmente su entrada.

¡Solo es publicar y devolver!




No dudéis en uniros! Dejar un comentario en la entrada, y SEAMOS SEGUIDORES




viernes, 25 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD y anuncios




Hola mis dulces lectores!

Lo primero de todo es desearles una feliz navidad! Espero que todos vuestros deseos se os cumplan estas navidades, y da lo mismo donde os encontréis pero espero que la felicidad os acompañe este día ^^ 

Hoy no habrá publicaciones, por razones obvias, pero mañana seguimos publicando, pero con unas pequeñas variaciones... y es aquí donde viene la parte de los anuncios 

Habrá un día de publicación para cada una de las historias/fics, y aquí os dejaré el calendario, y también por alguna para del blog lo colgaré jeje

·Lunes: Sección abierta: poemas y frases (este día se publicará siempre que haya poemas para hacerlo)
·Martes: Puddle Jumping
.Miercoles: El comienzo de una nueva vida
·Jueves: Los placeres de la noche
·Viernes: OneShoot (en el caso de que haya OS será los viernes el día de publicación)

Dicho todo esto.. les vuelvo a desear una feliz navidad! Nos leemos pronto amores!

Os quiero!






jueves, 24 de diciembre de 2015

Puddle Jumping * Capítulo 12

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 12

Nos quedamos en cuartos separados esa noche. Pensé que tal vez lo mejor sería tener nuestro espacio. Pareció estar de acuerdo. Era fácil entre Edward y yo cuando se trataba de cosas como esas.

Abrir regalos con sus padres no fue ni de cerca tan incómodo como pensé que sería. Y el regalo que me dieron me hizo sonrojar y sonreír, porque sabía para qué era. Habían comprado dos entradas para el Museo de Arte en el centro de Filadelfia. Con acceso a todo o algo así. Para todo un año. Todas y cada exhibición.

Una parte de mí se hallaba emocionada.

Otra parte de mí sintió desaprobación por la señora Cullen, pues pensé que quizá se sentía aliviada al no tener que ir todo el tiempo.

Aunque estoy segura que, después de años de escuchar los mismos hechos sobre pintores, pudo haberse vuelto algo aburrido para ella.

Sin embargo, para mí no. Todo respecto a Edward era mágico y deseaba todo el tiempo posible para pasarlo con él.

Mis padres regresaron esa noche y dejé la casa de Edward sintiéndome más ligera que el aire. En cuanto llegué, nuestra pintura fue colocada en mi pared.

Debido a lo que ocurrió en el cuarto de invitados la víspera de navidad, tuve una breve idea de que tal vez necesitaba hablar con alguien sobre anticonceptivos. 

Porque, si estuvimos tan cerca de hacerlo, quién sabe si el acto en sí podría suceder si nos dejábamos llevar.

Traté de reunir el coraje para hablar con mi mamá sobre poder tomar la píldora.

Una.

Dos.

Tres veces.

Para la cuarta vez que empecé a abrir la boca para preguntarle, me puse tan nerviosa que sólo terminé abandonando el lugar y juro que escuché a papá decir algo sobre las "extrañas hormonas de adolescente".

Él no tenía ni una maldita idea.

Fui con Rosalie. Y con Angela. E incluso con Alice. Porque, a pesar de lo genial que la señora Cullen había sido con lo de las toallas pegajosas y cosas así, no estaba dispuesta a preguntarle sobre condones.

Rosalie fue predecible, queriendo conocer sobre la experiencia en sí, pero me avergonzaba contarle que no estaba preparada para el acto real, porque tocarlo me asustó. ¿Por qué nunca me contó que la piel se movía?

Al menos debió decírmelo. 

Angela fue de mucha más ayuda.

—Espera. Dijiste que él no usa guantes en sus manos por sus problemas "sensoriales", ¿verdad?

—Sí. ¿Y?

Sacudió la cabeza como si fuera igual de hueca que ellos. 

—Entonces, si no quiere usar guantes de látex, ¿qué te hace pensar que usará uno allí?

¿Por qué demonios no pensé en eso? Era mi novio. Sabía lo suficiente de su "naturaleza específica" que los condones, al igual que los guantes y globos, quizá no serían algo que él tocaría o permitir que lo tocara. Especialmente en esa muy sensible... zona.

Estaba jodida sin haber jodido. Una virgen en busca de anticonceptivos para el sexo que aún no sucedería. 

Inevitablemente, tuve que ir con Alice. Ella tenía algunas conexiones en la oficina de Planificación Familiar, y también hacía algo de trabajo voluntario en el hospital dos veces al mes. Supongo... en verdad nunca lo dijo... pero creo que robó muestras. Esencialmente había tomado el equivalente a un año de suministros del hospital, entregándomelos como si no fuera la gran cosa. Sólo tenía que recordar tomarlas todos los días.

Noté cosas extrañas el primer mes. Mi piel lucía increíble. Además, era una perra malhumorada y loca. Como si ser adolescente no fuera suficiente. Por último, mis pechos eran enormes.

No es broma. Mis madrigueras de conejo se convirtieron en el Monte Vesubio prácticamente en una noche. Tuve que comprar nuevos sujetadores, pero usé la excusa de que los viejos me molestaban. Mi mamá ni siquiera preguntó. 

Simplemente le dije que eran asquerosos, así no curiosearía.

Claro está que a Edward no parecía importarle los cambios de mi cuerpo. De hecho, se quedaba tan absorto en mis pechos que tenía que voltearlo hacia otra dirección para poder proceder con cualquier otra cosa.

Pasamos un montón de tiempo estudiando, y mi promedio subió un punto entero. También el de Rosalie. Supongo que la influencié, también. Pero creo que la asustó porque estaba acostumbraba a ser la chica bonita y fácil, pero nunca pensó en ser la chica inteligente.

Con el tiempo, comenzó a verse a sí misma como algo más que un par de pechos en tacones, y creo que salir con nuestro grupo de amigos la hizo ser un poco más exigente con los chicos con los que salía.

Bueno, eso y que una de las chicas del escuadrón de porristas se contagió de clamidia en su mejilla, debido a que se recostó del lado equivocado en una cama de bronceado y todo el mundo empezó rumores sobre Clam-ojos y Clam-rosto. Así que, ¿quién sabía cuánta distancia nos separaba y si terminarías contagiándote de algún modo, también?

* * *

Me preocupé sobre la graduación. Ya que Edward se encontraba mucho más aclimatado para entonces, y tener que empezar algo nuevo podría serle más difícil que para la mayoría. Faltaban solo unos meses para que él cumpliera dieciochoaños, y ya comenzaba a mezclarse más al mismo tiempo que aún destacaba por ser guapo y más inteligente que la mayoría de nuestros compañeros de clase, gracias a 
sus tutores y su enfoque.

Me di cuenta que, dado que Edward no siempre podía entender mis actitudes a través del lenguaje corporal o ciertas frases, mucho menos los suspiros y jadeos molestos, podía entender más o menos en qué tipo de estado de ánimo me encontraba prestando atención a la música que escuchaba. Era otra forma en que podíamos comunicarnos sin conversarlas, porque, bueno, somos adolescentes y terribles comunicadores para empezar, lo que sólo significaba ser otro obstáculo a superar.

De camino a la escuela, pondría ciertas canciones y él percibiría de qué humor me encontraba: bueno o malhumorada. Los buenos eran siempre por él, así que nunca tuvo que preocuparse por eso; pero siempre estaba un poquito inseguro en cuanto a qué decir o hacer si me encontraba molesta por algo. La escuela. Mis padres. Tareas. Una pequeña discusión con Rosalie. Lo encontraba extraño, como 
si todo lo que me irritara o enfadara fuera innecesario. A veces ayudaba a poner las cosas en perspectiva. A veces hacían que mi cabeza doliera. A veces me exasperaba sobre todo.

Y luego hablaba con mis otras amigas y notaba que la mayoría de los chicoseran así. Ninguno de ellos realmente entiende por qué las chicas se molestan por un mezquino y estúpido drama, así que me hizo sentir que tal vez nuestra relación era igual de normal que las otras.

Eso fue hasta ese horrible día de febrero.

Sabes a cuál me refiero.

A ese.

Lo detesto.

Creo que el día de San Valentín es cuando mi cinismo comenzó a asomar su fea cabecita.

Día-V. Día del Corazón. Día del Amor. Día de San Valentín.

¿Esas palabras no te dejan con las ganas de matar a alguien? Como si no fuera bastante malo, la mascota de ese día es un bebé con alas usando pañales y un arma... prácticamente, es un día en donde todo el universo está obligado a comprar regalos rosas y rojos en la tienda más barata, y proclamar su amor por todos... en todas partes. Por lo que esa mañana puse un rock angustioso para chicas cuando 
fui a recoger a Edward, ya que simplemente sabía que la escuela sería una explosión de flores y dulces, y yo sería la Gretchen Wieners de San Valentín, sentada en clase, mientras que a Glen Coco le entregan galletas de azúcar y claveles, y a mi nada.

Mi exnovio no hizo un gran alboroto el año pasado, pero intercambiamos tarjetas. Esta vez simplemente no era lo mismo, pues de verdad estaba enamorada de Edward.

No soy la típica chica que se enamora, y se emociona con cosas de chicas y quiere flores o declaraciones de amor públicas. Pero... tal vez con Edward las quería.

Porque pensé que no podía tenerlas.

Me estaba preparando para eso.

Imagina lo sorprendida y culpable que me sentí cuando golpeé la puerta de su casa esa mañana y me saludó con un ramo de flores silvestres en mano. Rosas... azules... púrpuras... sostenidas con fuerza en su puño y casi empujándolas en mi rostro tan pronto como entré al recibidor. 

—Estas son para ti.

O sea, era obvio que la señora Cullen las compró. De todos modos, Edward lucía como si no tuviera idea de por qué me las entregaba. Galantear y cortejar era mi área, no la suya, así que no me ofendí. Al ser chicas, siempre tenemos esas ridículas expectativas de todas formas. No es de extrañar que los chicos estén tan confundidos todo el tiempo.

Esme me abrazó y deseó un feliz día de San Valentín antes de entregarme un sobre rojo que contenía reservaciones para cenar en el Taste, un restaurante súper exclusivo en el centro, que se encontraba al interior del museo. Sabía con seguridad que significaría que conseguiríamos la comida para llevar, pero la idea aún continuaba ahí. El corazón... el corazón de la señora Cullen... aún se hallaba ahí en el regalo.

Intentó con tantas fuerzas compensar lo que Edward no entendía. Al igual que yo.

Nos esforzamos y esforzarnos, hasta que nos vimos consumidas porque lo amábamos. 

—La cena es a las seis —susurró y me dio una sonrisa—. Eres bienvenida a volver aquí y ver una película si deseas. Carlisle y yo saldremos a cenar también, pero nuestras reservas no son hasta más o menos las ocho. Regresaremos tarde a casa.

Y ahí estaba. Cómo si me dijera, sin palabras, que tendríamos la casa para nosotros por un tiempo.

Pero que sin duda volvería.

La señora Cullen era la mamá más genial del planeta.

Le agradecí y tomó mis flores para que las recogiera más tarde en la noche y, de un momento a otro, me encontraba muy, muy envuelta en el espíritu del día de San Valentín.

Edward sonrió desde el asiento del copiloto y tomó mi mano como lo hacía siempre. 

—¿Estás contenta con la cena de esta noche?

—Lo estoy. 

—Y te gustaron las flores.

—Sí, me gustaron. 

Asintió y se echó hacia atrás para relajarse un poco en el asiento. 

—¿Te quedarás a dormir?

Me reí un poco y le apreté la mano. 

—No estoy segura de que tu mamá estéde acuerdo con eso. Pero definitivamente me quedaré por un rato.

—Me gustaría eso.

Mis padres estuvieron de acuerdo en que pasara la noche con Edward en navidad, pero este sería un asunto completamente distinto que no estaba dispuesta a presionar.

Rápidamente, el día de San Valentín se convertía en mi día favorito del año. 

Y estaba bastante segura de que quería por fin llegar hasta el final con él esa noche.

En el lapso de un día, todo fue decidido. Esa noche sucedería. 

Me apresuré a casa desde la escuela, deteniéndome sólo el tiempo suficiente para dejar a Edward en su casa con un rápido beso, antes de salir corriendo a mi habitación para tomar mi ropa, dejar una nota a mis padres diciéndoles que tenía planes para cenar, y luego apresurar mi trasero a lo de Rosalie para alistarme. Era un desastre sudoroso, llena de nervios y emoción, escuchándola a medias mientras me hablaba sobre todo el proceso. Me daba raras indicaciones y me decía cosas que no pude comprender, dado que no soy más una persona visual y algunas de las cosas que describía sonaban como si no fueran físicamente posibles de lograr con la gravedad trabajando en nuestra contra. 

Cuando finalizó conmigo, me veía... bueno, me veía realmente muy linda.

Rosalie me dio un abrazo, me dio una nalgada y me ordenó a que me fuera, gritando:

―¡Buena suerte!- mientras me alejaba conduciendo.

En mi cabeza, me dirigía hacia mi destino.

Pero hasta los planes meticulosamente hechos a menudo salen mal, como descubriría de primera mano más tarde.

Edward lucía asombroso, así que ese no fue el problema.

Yo usaba un vestido, por el amor de Dios. Ese no fue el problema.

Disfrutamos del paseo hasta el museo, escuchando música y tomándonos delas manos. Hacía preguntas y él las respondía. Hablamos. En mi mente, continué intentando planear exactamente cómo irían las cosas por el resto de la noche. Pero ahí fue donde quizá comenzaron a desmoronarse. Cualquier cosa que mi mentepudo haber planeado no fue en lo que Edward había estado pensando en cuantopasamos las puertas del museo.

Llegamos lo bastante temprano para iniciar nuestro recorrido por las exhibiciones, pasando a duras penas a través de una multitud más grande que la habitual. Porque, al parecer, otras personas también pensaron que observar arte en el estúpido Día de Cupido era divertido. Por supuesto, eran personas de mucha más edad. Como, al menos, treintañeros o más, bebían y conversaban, haciendo más ruido de lo normal.

No me molestó, por supuesto. Me encontraba con él. Y nada importaba cuando estábamos juntos, excepto nosotros.

Pregúntame cualquier cosa acerca de arte. Impresionismo. Surrealismo. 

Contemporáneo. Vanguardista. Estoy bastante segura de que podría contarte lo suficiente para conseguir que me pongas los ojos en blanco, y hacer que murmures que soy una snob sabelotodo. Pero prestaba atención a lo que Edward decía. Traté de ver con tanta claridad como él veía las cosas que le fascinaban. Y a veces, podía se centraba tanto que era como si me perdiera en el fondo en lugar de hallarme a su lado, pero no me importaba.

Porque con lo único que era así de apasionada... era con él.

Tú lo llamas obsesiva, yo lo llamo ser devota.

Recorrimos un ratito y discutimos sobre ciertas piezas, hasta que alguien lo reconoció. Verás, estar con un famoso artista local en un museo, no siempre consigues mantener un perfil bajo. Y con la cantidad de personas a nuestro alrededor esa noche, me sorprendió que no lo hayan abordado antes. No hizo nada para aliviar mi frustración cuando llegó la hora de nuestra reservación, y Edward aún hablaba de arte con un puñado de adultos que estaban pendientes de cada palabra suya.

Traté de interrumpir, pero no había forma correcta de hacerlo. Al final, tuve que ponerme frente a él, sintiéndome estúpida y pequeña, sin importancia e inmadura mientras le informaba que iría sola al restaurante y le esperaría. Que es precisamente lo que hice. Y mientras esperaba y esperaba y esperaba en la mesa a que llegase, comprendí que estaba cenando en San Valentín... sola.

Me dolió. Bastante. Pero no quería ser la chica que lloraba sobre su costosa pasta.

No. Yo no.

En su lugar, conté todas las cosas buenas que teníamos. Traté de imaginar lo que sería el resto de la noche. Por desgracia, después de media hora, supe que sería inútil esperar más tiempo... y la mesera dijo que necesitaba la mesa, por lo queordené su comida para llevar y me dirigí al auto sola antes de volver al museo para encontrarlo.

Yacía en el mismo exacto lugar. Ahora solo. Observando fijo una de las tres piezas de la exhibición de Van Gogh: La Noche Estrellada.

—Estaba buscándote. —Intenté no sonar molesta, y esperaba haber tenido 

Por fin, me reconoció. 

—He leído que esta fue la manera que Van Gogh retrató la esperanza. La esperanza de escapar de su infierno en el mundo; estando atrapado en su cuerpo mientras empezaba a envejecer. Un escape de su mente mientras permanecía en el asilo. Esas nubes... son representaciones de la libertad. 

El paraíso. Una cura para su enfermedad.

Levantó su dedo para señalar. 

—Las pinceladas son impecables. La mayoría de la impresión viene de los recuerdos de su infancia.

Sólo me quedé lo más quieta posible, comprendiendo el significado detrás de cada una de sus palabras.

—¿Y tú qué pintarías de tu infancia? —pregunté en un simple susurro, olvidándome de haber sido plantada en la cena, y ahora completamente fascinada por él.

Me miró con esa sonrisa. Leve. Significativa.

—A ti.
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