Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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miércoles, 23 de diciembre de 2015

Puddle Jumping * Capítulo 11

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 11

Hay mucho que decir acerca de salir con Edward. Es inteligente e interesante,y sabe mucha información y hechos importantes. Es enfocado y confiable. Escucha. 

Aprendo cuando estoy con él. Ve las cosas a nuestro alrededor tan diferente, y me hace pensar. 

Siempre he escuchado que la pareja perfecta en la vida es aquella persona que es lo contrario a ti, lo que hace que se complementen. Si ese es el caso, entonces estamos hechos el uno para el otro. Mi necesidad de ser espontánea y suprimir la curiosidad de hacer cosas peligrosas superaba mucho mi habilidad para tomar decisiones responsables.

Su madre dijo que quería que tuviese una auténtica experiencia adolescente, aunque dudo que quisiera que las cosas progresen de una manera poco saludable. 

No iba a llevarlo a conciertos toda la noche y no traerlo a casa hasta que el sol saliera. No bebo. Literalmente, no tiendo a quebrantar las reglas. Pero estar con alguien que no expresa sus sentimientos hacía que sea más importante expresarnos en otras maneras. No voy a profundizar el tema, pero si he aprendido algo este año, es que algunas cosas entre un chico y una chica son muy, muy normales. 

No iba a permitir que la opinión de algún doctor acerca de mi novio me impidiera tener el tipo de relación que ambos merecíamos. Sería una experiencia de aprendizaje, y hay cosas que son ligeramente diferentes entre planteamiento y práctica. Pero siempre estoy lista para un desafío. En especial cuando es con él. O por él. Porque siempre se trata de él. 

A medida que el clima se volvía más frío, no pude ir a verlo por la noche. Al principio no me costaba subir por el enrejado y entrar por la ventana, pero una vez que comenzara a helar, nevar y congelar, no podría justificar romperme el cuello por conseguir tiempo a solas con mi novio. Estúpido invierno. 

Nuestros padres comenzaron a pasar juntos más tiempo y, a la larga,nuestras madres se volvieron inseparables. Su floreciente amistad significó que conseguía ver más a mi novio de lo que habría conseguido de otro modo. Y nadie objetaba nada cuando anunciábamos que subiríamos a su habitación para ver una película o cualquiera otra excusa que inventábamos en el instante, para escaparnos del aburrimiento que los padres llevan consigo. Sobre todo cuando todo lo que queríamos hacer era ir a cualquier otro lugar y besuquearnos por unas horas. 

Que fue precisamente lo que hicimos. 

Frecuentemente. 

Cuando las vacaciones de invierno llegaron, mis padres decidieron que viajarían a ver a mis abuelos. Pero de verdad no quería ir. La idea de estar lejos de mi novio en nuestra primera navidad me provocaba ansiedad y le provocaba lo mismo a él. Se decidió que podría quedarme en su casa durante las vacaciones. 

Pensé que los adultos que nos rodeaban eran ajenos a lo que sucedía detrás de las puertas cerradas y que fuimos lo bastante sigilosos para cegarlos, pero la noche en que llevé mis pertenencias a la casa de los Cullen, descubrí que me encontraba totalmente equivocada. 

Esme y Carlisle se aseguraron de que tuviese todo lo que necesitaba en el cuarto de invitados, y luego Carlisle le dio a su esposa este tipo de... mirada... y tuve una sensación en el estómago como si estuviese en problemas o que tal vez sabían algo que yo no. 

Es en momentos como estos en los que tu mente pasa rápidamente por los peores de escenarios de manera consecutiva. Pensé que a lo mejor Edward quería romper conmigo, pero no podía decirlo. O que tal vez tenía una enfermedad terminal y tendría que casarme con él, como en ese estúpido libro que convirtieron en una película con Mandy Moore. 

Digo, de verdad me casaría con él a los diecisiete, si ese fuera el caso. 

En vez de eso, era mucho peor que una enfermedad terminal. 

Mucho, mucho peor. 

Esme Cullen quería hablar de sexo.

La mayoría de la conversación se perdió debido al sonido de la sangre fluyendo en mis oídos y la humillación en mi cerebro. No puedo recordar qué dijo palabra por palabra, pero sabían lo que hacíamos. Nunca admitió que nos escuchó,pero mencionó algo acerca sobre un aumento de ropa sucia y una toalla o algo así. 

No estoy cien por ciento segura. Aun así, fue bochornoso.

Le aseguré que era virgen. Que Edward era virgen. Y se rio y dijo que sabía eso, pero quería asegurarse de que me encontrara bien. 

Y eso me hizo enamorarme de ella al mismo tiempo que quería caer por un precipicio y desaparecer para siempre. 

Deseaba más que nada que su hijo tuviera tantas experiencias adolescentes predecibles como fuera posible. Incluso si significaba que manoseara a su novia en su casa. Tal vez debí haberle agradecido o algo parecido, pero mi incapacidad de formar palabras se encontraba de vuelta en toda su gloria y, para cuando dejó el cuarto de invitados, me acurruqué en la cama y me puse en posición fetal, preguntándome si podría pretender estar en coma por tres meses hasta que la primavera por fin llegara. 

En su lugar, Edward golpeó la puerta, dedicándome esa encantadora sonrisa suya que me hacía perder todo pensamiento coherente. Causó que la embarazosa conversación con su mamá valiera la pena. 

Esa noche celebramos noche buena con su familia; en su mayoría conmigo evitando contacto visual con su madre, por miedo a que muriera de inmediato. 

Cuando todos se encontraban listos para ir a dormir, con Edward subimos tomados de la mano antes de que me guiara hacia su estudio en vez de acompañarme al cuarto de invitados. 

—Quiero darte tu regalo en privado, si te parece bien. —Lucía tímido y... venga... soy una chica. ¿Cómo iba a decirle que no?

—Entonces también te daré el tuyo. —Parecía justo. Y supongo que, ya que me hallaba tan dispuesta a recibir su regalo más anticipadamente, entonces se aceptaría el mío, también. Corrí de vuelta al cuarto de invitados para conseguir el regalo envuelto, y se lo tendí como la novia más orgullosa del mundo. 

Ante mi insistencia, primero abrió el mío y me sentí gratamente sorprendida al ver que pareció gustarle lo que le regalé. Le compré pinceles nuevos. Eran unos monstruosamente caros que Edward les había puesto el ojo hace mucho tiempo. Los buscaba por internet como otros chicos buscarían pornografía. En serio. A veces me preguntaba si quería sentir más a esos pinceles que a mí. 

No quería.

Pero nada se comparaba a su regalo. Estaba apoyado al fondo del cuarto, cubierto por una lona. Era un lienzo de tamaño medio, transformada con colores vibrantes que prácticamente saltaban de la pintura al suelo. 

Era de nosotros. 

Nos pintó a los dos observando el rosto del otro. Congelados por toda la eternidad a los diecisiete y dieciocho años. Perfecto y hermoso. Manos sosteniendo manos. Ojos mirando con amor a los ojos. 

Era, hasta donde podía decir, su manera de mostrarme como nos veía. 

Su manera de expresar su adoración. 

Y posiblemente su manera de comunicarme que me amaba. 

No lloré. Habría sido la reacción más obvia, pero quería que supiera que el regalo me alegró. De modo que sonreí hasta que mi rosto dolió y lo abracé hasta que mis brazos se sintieron adormecidos. Puso sus manos en mi cabello y descansósu barbilla en mi cabeza, sin mostrar que le importara que lo abrazara demasiado tiempo.

—¿Supongo que te gustó? —Casi sonó como si se rió cuando lo dijo. 

—Más que gustarme. Me encanta. 

Después de agradecerle una última vez, me dirigí al cuarto de invitados, tratando en vano de quedarme dormida. El chico pintó un retrato de nosotros y no podía quedarme dormida, pensando en sus ojos y su rostro, y lo increíblemente tierno era sin siquiera saberlo. Probablemente hacían cinco grados afuera, pero bajo las sábanas en aquella cama ajena, sudaba. Me encontraba ardiendo y sudada; deseando poder colarme a su habitación. Pero aún me sentía incómoda por la conversación con su madre más temprano. 

Me hizo sentir como si necesitara una ducha. 

Me enojé, resoplé y rodé en la cama hasta que el edredón estuvo enredado en una de mis piernas y la otra pierna colgaba del colchón, junto con un brazo que se fue en solitario en mi ataque de inquietud. 

Pensé en escribir. Pensé en escuchar música. Pensé en correr en mi puesto hasta que no pudiera aguantar más.

Justo cuando me convencí a que tan sólo lo ignorara, escuché un sonido en la puerta. Era como una de esas películas de terror donde la manilla de la puerta se sacude un poco, lo suficiente para llamar tu atención. Me volví loca pensando en esa extraña película donde el chico psicópata vestido de Santa llega y descuartiza a todo el mundo en Navidad...

Pero la puerta se abrió y pude ver que, de hecho, no era un lunático Santa. 

Era Edward. 

Vistiendo sólo sus pantalones de pijama otra vez. 

Sabía, sin lugar a dudas, por qué se encontraba allí. Pero se escabulló para verme a mí esa vez, lo que lo hizo mil veces mejor. 

—Quería verte —susurró.

No hubo ninguna vacilación cuando moví las sábanas y apoyé mi espalda contra la cabecera, invitándolo. Sin más, se introdujo bajo el edredón, su piel sintiéndose fría por caminar por el pasillo en comparación con el ardiente infierno que tenía entre sábanas. Sus manos en mi rostro provocaron piel de gallina en mis brazos, y me encontré plenamente consciente de cómo mi cuerpo reaccionaba. 

Susurré un hola y sonrió en la limitada iluminación, sus dedos acariciando mi hombro, como si estuviera memorizando cada centímetro con la punta de sus dedos. Por las ramas de los árboles marcadas en mi piel y más abajo para tocar mis dedos. No me estremecí cuando me tocó. Le di la bienvenida. 

Le dije una vez más que me encantó su regalo, y besó la esquina de mi boca en respuesta. 

—Esperaba de que fuera un regalo apropiado para navidad. Mi mamá dijo que pensaba que te gustaría. 

—Tu mamá tenía razón. 

—Se lo diré. 

A mi parecer no era demasiado pronto decirle que lo amaba. Sabía que no lo era. Pero, verás, me sentía tan malditamente asustada. Ya que no estaba segura cómo lo tomaría. 

En cambio, lo besé tan suave como pude, con la esperanza de que lo sintiera en vez de tener que decirlo. 

Las cosas subieron de tono muy rápidamente, y pronto nos envolvimos en el otro. Éramos profesionales en ello para entonces. Tocando. Besando. Explorando sin ninguna duda. Para entonces, casi toda nuestra ropa se había ido, y pese a quesólo habíamos hecho pocas cosas y besos por aquí y por allá, casi sucedió. Debido a que besar puede conducir a tocar, y tocar puede conducir a pantalones siendo arrojados al suelo, y entonces te encuentras justo ahí y estás casi haciéndolo. ESO. 

La COSA. 

Que no se confunda con La Cosa que tocaba mientras estábamos desnudos. 

Fue la primera vez que habíamos estado así. La primera vez que de verdad tuvimos nuestras manos en otras partes que no eran camisetas, pantalones y cosas por el estilo. 

Así que, una vez más, tuve que impedir que avanzara más allá de lo que estábamos listos. Digo, no sé si estaba listo o no. Yo no lo estaba. Fue ahí cuando él se dio cuenta de que estuvimos tan cerca de hacer algo importante que saltó de la cama, con sus ojos muy abiertos y sus manos en su cabello otra vez antes de que se fuera derechito al baño. 

Creo que un abrazo hubiera sido mejor que caer del colchón conforme él cerraba la puerta del baño. 

Pero así son las cosas.
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