Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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jueves, 12 de agosto de 2010

Un amante de ensueño * Capítulo 13/1

Esta novela no me pertenece, es de Sherrilyn Kenyon. Yo solo la publico para que disfruteis tanto como yo. Los capítulos, estan divididos en varias partes, para que sea mas fácil su lectura. Esta novela es de Rated M, contenido para adultos, y lemmon.

— Sí, Selena —le contestó Grace por teléfono mientras se vestía para ir a trabajar—. Ya ha pasado una semana. Estoy bien.

— Pues no lo parece —replicó Selena, incrédula—. Tienes la voz temblorosa.
Y realmente aún no lo había superado del todo. Pero estaba bien, gracias a Julián y al hecho de no haber visto morir al pobre Rodney Carmichael.
Una vez la policía hubo acabado con los interrogatorios, Julián la llevó a casa y ella había procurado no pensar demasiado en lo sucedido.
— De verdad. Estoy bien.
Julián entró en la habitación.
— Vas a llegar tarde. —Le quitó el auricular de la mano y le ofreció una galleta—. Acaba de vestirte —le dijo, y comenzó a hablar con Selena.
Grace frunció el ceño cuando Julián salió de la habitación; ya no podía escuchar la conversación.
Mientras se vestía, cayó en la cuenta de lo cómoda que se sentía junto a Julián. Le encantaba tenerlo a su alrededor, cuidarlo y que él la cuidara. La reciprocidad de su relación era maravillosa.
— Grace —le dijo, asomando la cabeza por la puerta—. Vas a llegar tarde.
Ella se rió y se puso los zapatos de tacón.
— Ya voy, ya voy.
Cuando atravesaron la puerta principal Grace vio que él no se había puesto los zapatos.
— ¿No vas a venir hoy conmigo?
— ¿Me necesitas?
Ella dudó. En el fondo le encantaba almorzar junto a él y bromear entre paciente y paciente. Pero claro, seguro que para él sentarse horas seguidas esperándola era muy aburrido.
— No.
Él le dio un beso hambriento.
— Hasta la noche.
De mala gana, se apresuró hacia el coche.
Fue uno de los días más largos de la historia. Grace lo pasó sentada tras el escritorio, contando los segundos que faltaban para acompañar a sus pacientes hasta la puerta.
A las cinco en punto, echó a la pobre Rachel de la oficina, recogió rápidamente todas sus cosas y se marchó a casa.
No tardó mucho en llegar. Frunció el ceño cuando vio a Selena, que la esperaba en el porche delantero.
— ¿Ha pasado algo? —le preguntó Grace al acercarse.
— Nada de importancia. Pero te daré un consejo: rompe la maldición. Julián es un tesoro.
Grace la miró aún más ceñuda mientras Selena se alejaba hacia su Jeep. Confundida, abrió la puerta para entrar en casa.
— ¿Julián? —lo llamó.
— Estoy en la habitación.
Grace subió las escaleras. Lo encontró tumbado sobre la cama en una postura mucho más que deliciosa, con la cabeza apoyada en una mano. Había una rosa roja delante de él. Estaba increíblemente seductor y maravilloso con aquellos hoyuelos y esa luz en sus celestiales ojos azules, que en esos momentos eran decididamente perversos.
— Tienes toda la apariencia del gato que se ha comido al canario —le dijo en voz baja—. ¿Qué habéis estado haciendo Selena y tú hoy?
— Nada.
— Nada —repitió ella, escéptica. ¿Y por qué no se lo creía? Porque Julián tenía la apariencia de un niño que acaba de hacer una travesura.
Su mirada bajo hasta la rosa.
— ¿Es para mí?
— Sí.
Ella sonrió ante su escueta y cortante respuesta. Dejó caer sus zapatos al lado de la cama y se quitó las medias.
Al alzar la vista, captó la mirada de Julián que había estirado el cuello para no perderse nada. Él volvió a sonreír.
Grace cogió la rosa y aspiró su dulce aroma.
— Es una sorpresa encantadora —dijo, besándolo en la mejilla—. Gracias.
— Me alegra que te guste —susurró, acariciándole el mentón.
Grace se alejó con renuencia y cruzó la habitación para depositar la rosa sobre la cómoda, y abrir el cajón superior.
Se quedó paralizada. Sobre la ropa había un pequeño ejemplar de Peter Pan, adornado con un gran lazo rojo.
Boquiabierta, lo cogió y desató el lazo. Al pasar la primera página, su corazón dejó de latir un instante.
— ¡Oh Dios mío! ¡Es una primera edición, y firmada!
— ¿Te gusta?
— ¿Que si me gusta? —le contestó con los ojos humedecidos—. ¡Julián!
Se arrojó sobre él y depositó una lluvia de besos sobre su rostro.
— ¡Eres tan maravilloso! ¡Gracias!
Y por primera vez, Grace lo vio avergonzado.
— Esto es… —su voz se desvaneció al mirar hacia el vestidor. La puerta estaba entreabierta y la luz del interior encendida.
No podía haber…
Muy lentamente, Grace se acercó. Abrió la puerta y miró dentro.
Los ojos se le llenaron de lágrimas de alegría y la invadió una oleada de calidez. Las estanterías estaban de nuevo llenas de libros. La mano le temblaba mientras acariciaba los lomos de su nueva colección.
— ¿Esto es un sueño? —susurró.
Sintió a Julián tras ella. No la estaba tocando, pero podía percibirlo con cada poro, con cada sentido de su cuerpo. No era nada físico pero conseguía que la tierra temblara bajo sus pies. Y la dejaba sin aliento.
— No pudimos encontrarlos todos, especialmente las ediciones de bolsillo, pero Selena me ha asegurado que hemos conseguido los más importantes.
Una única lágrima descendió por la mejilla de Grace al ver las copias de los libros de su padre.
¿Cómo los habían podido conseguirlos?
El corazón le latía con fuerza mientras veía sus títulos favoritos: Los tres Mosqueteros, Beowulf, La Letra Escarlata, El Lobo y la Paloma, Armas de Caballero, Fallen, Amores en Peligro… y seguían y seguían hasta dejarla aturdida.
Abrumada y con una sensación de mareo, dejó que las lágrimas corrieran por su rostro.
Se dio la vuelta y se lanzó a los brazos de Julián.
— Gracias —sollozó—. ¿Cómo…? ¿Cómo lo has hecho?
Él se encogió de hombros, y alzó una mano para enjugarle las lágrimas. En ese momento, Grace se dio cuenta de que algo faltaba en su mano.
— Tu anillo no —murmuró mientras contemplaba la señal blanquecina en el dedo de su mano derecha, donde había llevado el anillo—. Dime que no lo has hecho.
— Sólo era un anillo, Grace.
No, no lo era. Ella recordaba la expresión de su rostro cuando el doctor Lewis quiso comprárselo.
«Jamás» —había dicho él— «No sabe por lo que pasé para conseguirlo»

Pero Grace sí lo sabía después de haber escuchado las historias de su pasado. Y lo había vendido por ella.
Temblando, se puso de puntillas y lo besó con fiereza.
Julián se quedó helado al sentir sus labios. Jamás se había entregado a él de aquel modo. Cerró los ojos, hundió las manos en su pelo para dejar que le acariciara los brazos, y gimió ante el asalto de Grace.
La cabeza de Julián comenzó a dar vueltas al saborear su boca, al sentir el cuerpo de Grace pegado al suyo, al ser consciente de la ferocidad de su beso, que nunca antes había experimentado; jamás le habían besado así…
Hasta su alma maldita se estremeció.
En ese momento, deseó poder permanecer sereno durante más tiempo. No quería vivir otro segundo más separado de Grace. No podía imaginarse un solo día sin que ella estuviese a su lado.
Julián notó cómo, poco a poco, perdía el control. La locura lo asaltaba dolorosamente, le atravesaba la cabeza al mismo tiempo que la entrepierna.
¡Todavía no! Gritó su mente. No quería que ese momento terminara. Ahora no. No cuando ella estaba tan cerca.

Tan cerca… pero no tenía opción
La separó de la mala gana.
— Ya veo que te ha gustado el regalo, ¿no?
Ella se rió.
— Por supuesto que me ha gustado. Julián, estás loco. —Le pasó los brazos alrededor de la cintura y apoyó la cabeza sobre su pecho.
Julián se estremeció mientras unas desconocidas emociones hacían vibrar su cuerpo. La envolvió entre sus brazos y sintió cómo sus corazones latían al unísono.
Si pudiera, se quedaría así, abrazándola para toda la eternidad. Pero no podía. Retrocedió un paso. Ella lo miró con una ceja alzada. Julián borró con una caricia las arrugas de preocupación que se habían formado en la frente de Grace.
— No te estoy rechazando, cariño —le susurró—. Lo que ocurre es que no me siento muy bien en este momento.
— ¿Es la maldición?
Él asintió.
— ¿Puedo ayudarte?
— Dame un minuto para controlarlo.
Grace se mordió el labio mientras lo observaba acercarse a la cama. Era la única vez que Julián no parecía moverse con su habitual elegancia y fluidez. Daba la impresión de que apenas podía respirar, como si tuviese un terrible dolor de estómago. Agarró con tanta fuerza el poste de la cama que los nudillos se le pusieron blancos.
El dolor se apoderó de Grace ante aquella imagen y quiso reconfortarlo. Quería ayudarlo más que nunca. De hecho quería… Lo quería a él. Y punto.
Abrió la boca ante el repentino impacto de sus pensamientos. Lo amaba.
Profunda, verdadera y totalmente. Lo amaba. ¿Cómo no iba a amarlo?
Con el corazón enloquecido, Grace deslizó la mirada sobre los libros del vestidor. Los recuerdos la asaltaron: Julián la noche que apareció y se le ofreció; Julián haciéndole el amor en la ducha; Julián tranquilizándola, haciéndola reír; Julián bajando por la trampilla del ascensor para rescatarla; Julián tumbado en la cama con la rosa, observándola mientras ella descubría sus regalos.
Selena tenía razón. Era el mayor de los tesoros y no quería dejarlo marchar.
Estuvo a punto de decírselo, pero se contuvo. No era el momento. No cuando estaba soportando una tremenda agonía. No cuando era tan vulnerable.
Él querría saberlo.
¿O no?
Grace consideró las consecuencias de su posible confesión. A Julián no le gustaba esta época, estaba claro. Quería irse a casa. Si ella le confesaba cuáles eran sus sentimientos, él se quedaría por esa razón; pero no sería justo, porque casi lo haría por obligación. Quizás algún día acabara resentido con ella por haberle negado la posibilidad de regresar al mundo que una vez conoció. A lo que había sido.
O peor aún, ¿y si su relación no funcionaba?
Como psicóloga, sabía mejor que nadie los problemas que podían ocasionarse en una pareja, y cómo podían acabar destruyéndola.
Una de las causas más frecuentes de ruptura era la falta de intereses comunes; parejas que se mantenían unidas por la simple atracción física y que acaban separándose.
Julián y ella eran completamente diferentes. Ella era una psicóloga del siglo XXI y él era un maravilloso general macedonio del sigo II a.C. ¡Era como hablar de emparejar a un pez y un pájaro!
Jamás habían existido dos personas más diferentes en el mundo que hubieran sido obligadas a permanecer juntas.
En ese momento estaban disfrutando de la novedad de la relación. Pero no se conocían en absoluto. ¿Y si dentro de un año descubrían que no estaban enamorados?
¿Y si él cambiaba una vez acabaran con la maldición?
Julián le había dicho que en Macedonia era un hombre totalmente distinto. ¿Qué ocurriría si parte de su encanto o de la atracción que sentía por ella se debían a la maldición? Según Cupido, la maldición hacía que Julián se sintiese irremediablemente atraído hacia ella.
¿Y si rompían la maldición y él se convertía en una persona diferente? ¿En alguien que no quisiese estar con ella?
¿Qué pasaría entonces?
Una vez rechazara la oportunidad de regresar a su hogar, Grace sabía que no tendría otra ocasión de volver.
Se esforzó por respirar cuando cayó en la cuenta de que jamás podría decirle: «Intentémoslo y veamos si funciona». Porque una vez tomaran la decisión, no habría vuelta atrás.
Grace tragó y deseó ser capaz de ver el futuro, como Selena. Pero hasta ella se equivocaba a veces. No podía permitirse una equivocación; Julián no se lo merecía.
No, tendría que haber otra razón de peso para que él se quedara. Él tendría que amarla tanto como ella lo amaba.
Y eso era tan probable como que el cielo se derrumbase sobre la tierra en los próximos diez minutos.
Cerró los ojos y se encogió ante la verdad. Julián jamás sería suyo. De una forma o de otra, tendría que dejarlo marchar.
Y eso acabaría con ella.
Julián soltó un suspiro entrecortado y soltó el poste de la cama. Miró a Grace con una leve sonrisa.
— Eso ha dolido —le dijo.
— Me he dado cuenta —le contestó Grace acercándose a él, pero Julián se alejó como si acabara de tocar a una serpiente.
Ella dejó caer la mano.
— Voy a preparar la cena.
Julián la observó mientras salía de la habitación. Deseaba tanto ir tras ella que apenas si podía contenerse. Pero no se atrevía.
Necesitaba un poco más de tiempo para serenarse. Más tiempo para aplacar el fuego maldito que amenazaba con devorarlo.
Meneó la cabeza. ¿Cómo podían las caricias de Grace insuflarle tanta fuerza y al mismo tiempo dejarlo tan débil?

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